jueves, 30 de junio de 2011

TRIBUNA: JOSÉ IGNACIO WERT
Descifrando la indignación
Eliminación de privilegios de la clase política y mayor participación ciudadana, colectivismo frente al liberalismo y la socialdemocracia. ¿Cómo van a canalizar políticamente esas propuestas? ¿Sin partidos?
JOSÉ IGNACIO WERT 30/06/2911.Publicado en El Pais.

De las toneladas de tinta real o virtual que llevamos gastadas en la indignación y su entorno, la mayor parte es perfectamente irrelevante en términos de su contribución a desentrañar el fenómeno. Y es preciso reconocer que, en esto como en otras cosas, los indignados han ganado una batalla decisiva, la de imponer el marco (frame) en el terreno que más les favorece.

En el campo ideológico y moral, el nonagenario Stéphane Hessel aporta la munición intelectual

Quieren una banca pública y una reforma fiscal. Rechazan los recortes y el Pacto del Euro

La batalla semántica en la que los indignados se han impuesto por goleada tiene una cuádruple dimensión. La primera es la de centrar el punto de vista en su razón de ser, la indignación. ¿Hay algo más natural que indignarse con el curso de las cosas? ¿Quién no está indignado? La segunda, poner el acento en lo que no son. No son políticos ni son sindicalistas, dos categorías profesionales denostadas, que viven sus horas más bajas en el aprecio popular. La tercera, llamar la atención sobre lo que no quieren: no quieren recortes sociales, no quieren que la crisis la paguen quienes no son responsables de ella, no quieren políticos corruptos, ni privilegiados, ni encastados. El cuarto pilar es el método: la protesta pacífica, no son violentos. Ciertamente, este último se tambaleó con los incidentes de Barcelona del 15-J, pero el mayor control de las formas en las diversas manifestaciones del 19-J parece haberlo reconstruido en parte, al menos en la opinión publicada.

De todas esas victorias semánticas surge un relato simple (los indignados tienen razón) que explica la simpatía mayoritaria que las encuestas (entre ellas, la de Metroscopia para este diario) reflejan.

Ahora bien, la imposición de ese marco no nos dispensa de hacernos las preguntas relevantes para analizar ese movimiento, dimensionar su importancia, y argumentar una posición respecto a él. Y es en este programa donde ha prevalecido la irrelevancia: la falta de respuesta interpretativa del movimiento es, sobre todo, consecuencia de no formular esas preguntas relevantes. No se trata de quiénes no son, sino de quiénes son. No se trata de qué no quieren, sino de qué quieren. No se trata de cómo dicen que aspiran a conseguirlo, sino de qué hacen de verdad.

Respecto a lo primero, la identidad del movimiento, los esfuerzos por buscar la mano que mece la cuna han oscurecido más que aclarado la cuestión. Por supuesto que un movimiento como este que se pretende -y en buena medida lo es- espontáneo y carente de un sujeto vertebrador visible convoca gentes muy diversas y, con seguridad, la mayoría de muy buena fe y provista de las mejores intenciones. Pero es preciso ir más allá. Y en ese más allá, habrá que atender a las fuentes de las que beben o lo que hasta ahora han producido los indignados.

Las fuentes de inspiración de los Manifiestos son inequívocas. En el campo ideológico-moral, la autoridad la provee Stéphane Hessel, el nonagenario miembro de la Resistencia, cuyo panfleto (¡Indignaos!, Destino, 2010) es no solo el pelotazo editorial de este año y el pasado, sino la munición intelectual más importante del movimiento. Pues bien, el inmenso respeto que el autor, por su experiencia, su biografía y su compromiso sin duda merece, no debe ser óbice para decir que las 30 páginas del documento son el fruto de un malentendido profundamente falso e injusto, basado en la identificación del actual statu quo en los países democráticos con el fascismo y hasta el nazismo. De semejante diagnóstico surge el imperativo categórico de la indignación que, por otra parte, el autor parece considerar como un fin en sí misma, puesto que apenas se proponen alternativas al actual estado de cosas. Esto para no mencionar algunos deslices como la comprensión hacia el terrorismo de Hamás.

A su vez, las referencias de autoridad en el campo económico son todas ellas del mismo palo (ATTAC, Economía Crítica, Taifa), el de la izquierda colectivista, opuesta radicalmente no ya al liberalismo, sino también a la socialdemocracia traidora y vendida al capital.

Bajo tal inspiración, puede imaginarse el resultado, y con ello entramos en lo que se propone. En el campo político, un catálogo de generalidades -astuto, es preciso admitirlo- en busca del mínimo denominador común de la indignación ciudadana: listas abiertas, reforma electoral para dar más representatividad, fin de los privilegios de los políticos, fuera los imputados por corrupción... y, ya puestos, un referéndum sobre la forma de Estado y alguna cosilla por añadidura. Partiendo de una supuesta verdad apodíctica, los políticos y los partidos son corruptos e ineficaces, la democracia representativa no nos representa, ha prevalecido la impresión de que proponen soluciones de sentido común.

No hay tal. Es evidente que el funcionamiento de la política en España deja mucho que desear en muchas facetas. Pero de ahí a sostener que los políticos son una casta corrupta, que la democracia española no es representativa, incluso que los políticos son unos privilegiados hay un mundo. Ni las listas abiertas tienen las virtudes que ingenuamente les atribuye la gente (y desde luego son muy manipulables en sentido populista), ni es cierto que el sistema electoral no sea representativo (ningún partido o coalición con más del 0,2% de los votos se quedó en 2008 fuera del Parlamento), ni la Monarquía es el problema. Pero, sobre todo, lo más importante es averiguar cuál es el contrafactual que los indignados sugieren. ¿Qué es la democracia real para los indignados? Las propuestas políticas (www.democraciarealya.es) se concretan en dos epígrafes, la eliminación de los privilegios de la clase política y las propuestas sobre libertades ciudadanas y participación política. La eliminación de privilegios viene a proponer una especie de sovietización de los representantes públicos, que debieran recibir solo el salario medio español (¿el concejal de un pequeño municipio lo mismo que el presidente del Gobierno?). Entre las libertades ciudadanas hay una verdaderamente notable: "que el voto blanco y el nulo tengan también su representación en el legislativo" (por cierto, esta reivindicación, de la que lo más suave que cabe decir es que se trata de un oxímoron grotesco, me la planteó un indignado con corbata en las recientes Jornadas de Sitges del Círculo de Economía y pensé que me estaba vacilando. Le pido, aunque sea tarde, disculpas, entonces no había leído aún esta portentosa propuesta).

En el campo económico y social, además de las propuestas genéricas, los indignados se han posicionado en un extenso documento (41 páginas) contra el Pacto del Euro. El nivel de desconocimiento de los datos que revela es pavoroso. Hay disparates del calibre de sostener que el gasto sanitario en España es del 0,4% del PIB. Pero, a la hora de proponer, lo único que proponen es que no se acepte el Pacto del Euro, que se rechace cualquier recorte, que se nacionalice la banca y que se aumenten los impuestos. O sea, lisa y llanamente que vayamos, eso sí, orgullosos como Rodríguez Saá en Argentina hace 10 años, al default.

Esto es lo que hay. Izquierdismo revolucionario, poco elaborado y menos realizable. Ausencia total de propuestas viables. Populismo, demagogia y explotación de los sentimientos antipolíticos, sustituyéndolos por no se sabe muy bien qué modalidades de democracia directa. O, a lo peor, sí que se sabe. Que se lo pregunten a Alberto Ruiz-Gallardón, a Rita Barberá, a Montserrat Tura o a Gerard Figueras, el diputado convergente al que hemos visto gritar "auxili" para escarnio no suyo, sino de todos. Pero la cuestión metodológica va más allá de la crítica a la violencia practicada. Demos por buena su condición minoritaria y el arrepentimiento espontáneo. Subsiste el problema de que sabemos que ocupan plazas, discuten manifiestos y toman la calle. Vale. Pero ¿cómo se van a canalizar políticamente esas propuestas? ¿Sin partidos? ¿Con un partido de indignados? No lo sabemos ni nos lo dicen. Hic sunt leones. No vaya a ser que, con el agua sucia, tiremos al niño por el desagüe. Porque el niño, la democracia, ya no es tan niño. Nos ha costado más de 30 años criarlo y no es cosa de que nos lo desgracien...

José Ignacio Wert es presidente de Inspireconsultores.

EL FUTURO DE LA IZQUIERDA El PSC necesita renovarse

Los socialistas catalanes deben cambiar de líderes y de forma de proceder y no actuar por puro tacticismo
Jueves, 30 de junio del 2011 El Periódico de Catalunya

Àlex Masllorens
El PSC obtuvo un pésimo resultado en las elecciones municipales del mes pasado. Este hecho incontrovertible se puede disimular con cualquier excusa o poniendo de manifiesto que en algunos lugares concretos obtuvo buenos resultados. Pero la contundencia de la derrota fue de tal magnitud que cualquier matiz parecería una burda maniobra de distracción. Hubo honrosas excepciones que demuestran el arraigo del partido en algunos pueblos y ciudades o bien el buen trabajo de algunos alcaldes y alcaldesas. La cuestión de fondo es, de todas formas, si se prefiere obviar la realidad e ir llenando al enfermo de cataplasmas para distraerlo de la atención sobre su mal o bien se afronta el problema y se empiezan a tomar las medidas drásticas que la gravedad de la situación reclama. Llevamos dos tropiezos seguidos, y los dos de una dimensión considerable. Mientras tanto, parece que todo el mundo vaya mirando hacia otra parte, como si las dimisiones o la renovación («que se renueven ellos», diría Unamuno) no fueran con ellos. Hay quien, después de haber negado durante meses la evidencia que ya señalaban todas las encuestas, incluso pretende ahora transformar la derrota en una victoria relativa y se propone como alternativa de futuro.


La crisis del socialismo catalán y español no me parece que responda solo a la mala suerte de haber estado al frente de los gobiernos (estatal, catalán o locales) en el peor momento. De hecho, en otros países europeos la izquierda casi ha desaparecido del mapa sin ni siquiera tener responsabilidades de gobierno. Los tiempos son extraños y resultan difíciles de interpretar muchas reacciones y decisiones de la ciudadanía, pero tenemos que reconocer que los mensajes que han mandado los partidos socialistas a su electorado tampoco eran fáciles de entender. Por responsabilidad -hemos subrayado, pero de forma excesivamente acrítica- se han interiorizado los dictados de los mercados y de los poderes financieros y se han adoptado con sumisión medidas antisociales que nunca habríamos aceptado de la derecha más ultraliberal. En el momento decisivo, hemos ignorado las mejores tradiciones de la socialdemocracia europea. Para aumentar el desaliento, solo nos ha faltado descubrir con estupefacción y tristeza que varios dictadores de países árabes, cuyas revoluciones mirábamos con tanta simpatía, eran miembros de la Internacional Socialista.

En Catalunya tenemos, además, algunos problemas propios. A menudo damos la culpa de la falta de resolución en la profundización democrática y el autogobierno al hecho de que haya tan pocos federalistas en España, y tan poco convencidos. Pero a la hora de la verdad, a la hora de marcar la diferencia y de hacerse valer ante los socios federados, ¿qué hace el PSC en Madrid? A menudo se quieren reducir los problemas de las relaciones con el PSOE al hecho de tener o no un grupo parlamentario propio en el Congreso; a mí me parece que esta medida, que no es menor, no resolvería lo más importante: determinar si el PSC tiene una opción propia y diferenciada del PSOE y si está dispuesto a hacer valer su fuerza. No se trata de si se cae o no en las trampas puramente tacticistas y coyunturales de otros grupos catalanes, que saben sacar un rédito fácil de las dudas existenciales del PSC, sino que los socialistas catalanes exijamos de una vez, con toda contundencia, el peso que nos corresponde en el conjunto de la izquierda española. El PSC ha tenido que conformarse tradicionalmente con las migajas del poder cuando ha habido ocasión de gobernar en España, y encima lo ha hecho poniendo buena cara. El apoyo al PSOE tiene que valer, como mínimo, en la misma proporción que los votos que se aportan y la gobernabilidad que se hace posible. Y si esta visión parece excesivamente mercantilista, más vale esto que el desprecio que ha habido que aguantar tan a menudo de los «compañeros socialistas».

En el momento actual hace falta una renovación a fondo de personas y de maneras de proceder y actuar, hay que tener las ideas más claras y no actuar por puro tacticismo, escuchar más a la ciudadanía, estar más cerca de los movimientos sociales, dialogar de tú a tú y convencer a la gente de que la política es una actividad digna e imprescindible, hay que buscar complicidades con la juventud desencantada, con los sectores tradicionalmente progresistas y con el catalanismo integrador. Reivindicar, en definitiva, los viejos valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad y el europeísmo convencido. Ante las tentaciones populistas y las propuestas de soluciones demasiado simplistas para resolver los problemas complejos de nuestro tiempo, la apuesta del PSC tiene que ser por más política y nunca menos. Es el momento de la renovación, de dejar paso a personas con reconocimiento social, con experiencia vital, valientes, decididas, creíbles, con ideas y valores claros y capacidad para escuchar y dialogar y para contagiar ilusión y esperanza en un futuro que puede ser mejor si la izquierda no renuncia a aportar sus valores. Periodista y exdiputado del grupo

Socialistes-Ciutadans pel Canvi.

martes, 28 de junio de 2011

Diputacions

Breus comentaris 92


Rubalcaba va parlar fa un dies de les diputacions. La notícia a El Periódico destaca que el vicepresident del Govern es mostrava partidari de suprimir diputacions que dupliquin serveis amb altres administracions. En algun altre breus n’hem parlat, de les diputacions, i ja hem dit que per a una major comprensió dels anomenats “governs locals intermedis” recomanem la lectura de l’informe elaborat per la Fundació Democràcia i Govern Local. Aquest estudi detalla els aspectes jurídics, institucionals i polítics que argumenten la necessitat d’aquest tipus de governs que a Espanya es diuen diputacions i a altres països europeus reben altres denominacions.

Quan es parla de diputacions, sovint es redueix excessivament la seva funció a la de prestació de serveis. Si considerem que les diputacions són meres “agències” que cooperen amb els ajuntaments, aleshores és possible abordar i estudiar quina és la manera més eficaç i eficient de fer aquesta feina. Clar que potser ens trobem amb la sorpresa que algunes diputacions són més eficients en la prestació de serveis que el govern de la pròpia comunitat autònoma. A la província de Barcelona, podríem avaluar per exemple serveis com la lectura pública, la gestió de parcs naturals, els centres d’atenció a la dona, el manteniment de carreteres, la gestió de les teleassistències, aspectes que la Generalitat exerceix en altres províncies, i veuríem qui és més competent des del punt de vista de la gestió econòmica, dels resultats i de la valoració ciutadana.

Però tot i així, aquesta és una reducció excessivament mecànica del paper de les diputacions. Hi ha un aspecte molt més rellevant, i és que les diputacions són poder i govern local. Estan estretament vinculades als resultats en les eleccions municipals de manera que en l’avaluació que fa la ciutadania del seu ajuntament també hi ha implícita la valoració que fa de la seva diputació, encara que d’això no se’n parli gaire. Eliminar diputacions vol dir retallar aquest poder local, que és el més accessible a la ciutadania, i en conseqüència correm el risc de rebaixar la qualitat democràtica del sistema polític. No oblidem l’anomenat principi de subsidiarietat que regeix a la Unió Europea i pel qual les decisions públiques les ha de prendre el govern competent més proper a les persones.

Que les diputacions són un govern local ho posen en evidència altres qüestions. Una és com s’adrecen els alcaldes i alcaldesses a les diputacions quan necessiten suport o resoldre un problema. No té res a veure en com parlen amb un departament de la Generalitat o amb un ministeri. No és un qüestió de color polític, és que els ajuntaments consideren les diputacions com una extensió natural del seu govern, cosa que no succeirà mai amb una altra nivell de l’administració, sigui Generalitat o Govern espanyol.

Un altre exemple és que les diputacions presten serveis, però a més gestionen el coneixement col•lectiu que es genera de treballar en xarxa amb els ajuntaments. No són només una finestreta d’atorgament de subvencions, són el referent per a la innovació política dels municipis. No es tracta només de lliurar recursos, es tracta de comprometre’s amb el resultat final amb l’ajuntament en qüestió. I això no ho farà cap altre govern que no sigui local.

El debat no és senzill. El futur de les diputacions no es pot limitar a parlar d’eficiència. Tot i que potser trobaríem sorpreses. En aquest debat hem de parlar també de polítiques que resolen problemes, de representació ciutadana i de govern local, de proximitat i de qualitat del sistema polític.

28 de juny de 2011

Grup Breus

LA RENOVACIÓN DE UNA CORRIENTE POLÍTICA Seis preguntas sobre la socialdemocracia

Los partidos no pueden ser los monologuistas de la política, sino grupos corales, abiertos y plurales
Martes, 28 de junio del 2011 Publicado en el Periódico de Catalunya

Julio Jiménez
Es el año 2030 y en clase de historia la profesora explica «la crisis del 2008». Empieza describiendo la especulación y las hipotecas subprime; habla de Lehman Brothers y Moody's; detalla la crisis de la deuda soberana y las revueltas populares. En un momento dado, uno de los alumnos aventajados levanta la mano y pregunta: «¿Y cómo es que los conservadores gobernaban por aquel entonces en toda Europa?». La maestra, en tono aleccionador, responde: «Esa es una buena pregunta...».

Los socialdemócratas asistimos atónitos a una de las más tristes paradojas de nuestro tiempo. Mientras vivimos la mayor crisis del capitalismo de los últimos 70 años, las fuerzas progresistas, en principio ostentadoras de un modelo social alternativo, han sido barridas del mapa político europeo. Más que «la crisis del capitalismo», parece que estamos ante la «crisis de la socialdemocracia». La causa está probablemente en un discurso equivocado, connivente con el modelo neoliberal y pusilánime en el cometido de la transformación social; estamos de capa caída y buscamos como locos una salida: nuestra renovación.

¿Por qué hay que renovar? Por la falta de apoyo electoral. En España, el PSOE cosechó una derrota histórica en las municipales, bajando por primera vez del 30%; en Alemania, el SPD obtuvo el peor resultado histórico en el 2009; en el Reino Unido, el Labour se recupera lentamente del posblairismo, después del fiasco en las elecciones del 2010 al Parlamento británico, derrota también «histórica»; en Francia, la esperanza del PS era un hombre que ahora está en libertad bajo fianza; en Italia todavía hay futuro para la izquierda, pero no lo encarna el Partido Democrático (PD): ni el nuevo alcalde de Milán ni el de Nápoles se presentaban por el PD.

¿Qué hay que renovar? El discurso. No es que la socialdemocracia no tenga proyecto ni ideas. De hecho, las fundaciones de los partidos socialdemócratas fomentan constantemente la discusión de nuevas ideas, la definición de nuevos horizontes, proyectos que esperan ser recogidos por algún político de altura. La británica Compass lleva años promoviendo la idea de la Good Society, una suerte de corriente izquierdista que sitúa a la democracia como principio radical y que pretende ser una alternativa verosímil al escalofriante «la sociedad no existe, solo son individuos», de Margaret Thatcher. El director del prestigioso Policy Network, Olaf Cramme, apuntaba tres elementos que debían estar en cualquier programa de gobierno socialdemócrata: 1. Una estrategia para regular mercados financieros. 2. Un plan de modernización industrial. 3. Una reforma del sistema impositivo. La Fundación Ideas ha publicado sendos informes donde aborda tales cuestiones para el caso español.

¿Dónde se debería situar nuestro ámbito de renovación? Mientras que la batalla está en el Estado nación, el proyecto está en Europa. El 95% de las grandes cuestiones nacionales están influidas, hoy, por los designios de los grandes poderes europeos. Es necesario plantear programas de gobierno, tanto de ámbito nacional como europeo, que se fundamenten en los mismos valores e ideas y que sean coherentes con el proyecto de futuro que deseamos construir.

¿Quiénes deben de protagonizar el impulso renovador? Los partidos beta, partidos en constante construcción. Los partidos no pueden ser los monologuistas de la política, sino más bien grupos corales, portavoces de sensibilidades comunes. Abiertos, plurales, amables, modernos, jóvenes, atrevidos, ricos en experiencia, transparentes, porosos y, obviamente, de masas. Los partidos, tan jerarquizados hoy, se verán sustituidos por partidos en red, donde el compromiso no siempre será del 100%, donde se atraiga talento y desaparezca la idea del «cada cuatro afiliados, uno es un cargo electo, dos trabajan a su servicio y el cuarto es un militante».

¿Cómo hacer la renovación? Progresivamente. Primero, hace falta un programa, cuyos debates sean impulsados por el partido pero donde los protagonistas sean los ciudadanos y la sociedad civil. Segundo, es imprescindible la movilización y conquista del electorado, fundamentada preferiblemente en la ilusión por el proyecto propio antes que por el miedo al del contrario. Y tercero, ganar y, una vez en el poder, transformar.

¿Cuándo empezar la renovación? Tan pronto como sea posible. Debemos de llegar a las elecciones al Parlamento Europeo del 2014 con un programa homogéneo (como de forma acertada se hizo en el 2009), con los partidos socialdemócratas renovados, bien posicionados en sus estados y con proyectos políticos que reten al poder de los mercados y reivindiquen los valores progresistas.

El proceso de renovación de la socialdemocracia no será fácil. Deberemos de ser capaces de retomar en nuestro discurso ese etos que aspira a transformar la realidad, a hacer posible nuestro ideal emancipatorio, el de la «igual libertad» para todos. Y en eso nos tenemos que centrar. Como bien apuntó el brasileño Roberto Unger, «para ser realista antes hay que ser un visionario».

Economista.

lunes, 27 de junio de 2011

Por una política socialdemócrata

El PSOE aplica una política lejana a sus principios. Se impone un giro que incluya propuestas para regenerar la democracia, como la reforma electoral, e iniciativas económicas como una reforma fiscal y una banca pública
PEDRO BOFILL 27/06/2011.Publicado en El Pais.


La severa derrota cosechada por el PSOE en las elecciones municipales y autonómicas ha puesto a los socialistas españoles en una frágil situación política que afecta a toda la izquierda, ya que es la organización con cuyas propuestas y programas se han identificado tradicionalmente los sectores más progresistas de nuestra sociedad. Estos resultados ponen claramente de manifiesto que los votantes de izquierda han decidido castigar al Gobierno de la nación por la crisis económica y al Partido Socialista, por su política alejada de los principios de la socialdemocracia evolucionada.


Nuestra democracia se ha deteriorado. Los políticos se han alejado de la ciudadanía

Los ajustes los exigen los culpables de la crisis y los sufre la gente en su nivel de vida y sus derechos

El error del socialismo ha sido refugiarse a veces en principios claramente opuestos a los socialistas, como el nacionalismo egoísta o ciertos supuestos del liberalismo manchesteriano, entre otros, abandonando los criterios programáticos de la izquierda democrática, que había logrado integrar a la sociedad española en una convivencia respetuosa y solidaria. Convivencia, en la que los principios de igualdad de oportunidades y respeto a los derechos humanos y sociales habían creado las condiciones idóneas para la movilidad vertical y la promoción de los mejores en torno a la modernización de España.

La actual crisis económica es consecuencia de los excesos de los sistemas financieros internacionales ocasionados por su desregulación, presentada como presupuesto para avanzar económicamente. Esta situación ha sido aprovechada por los sectores financieros para imponer sus criterios y actuar en beneficio propio. Debido a la debilidad de los poderes públicos, estos sectores, lejos de reconocer sus fallos y las consecuencias que tienen, nos imponen unas recetas, las suyas, que nos abocan a una nueva crisis más aguda y dolorosa, de no remediarlo los legítimos representantes de los ciudadanos.

Como los socialdemócratas hemos afirmado tradicionalmente, los mercados han demostrado una vez más que son incapaces de regularse por sí mismos. La falta de una adecuada intervención de los poderes públicos ha agudizado la insolidaridad y ha generado situaciones de extrema injusticia, que ponen en peligro la paz social, tan costosamente conseguida.

La crisis económica originada por los abusos del sistema financiero ha agravado la crisis política. El sistema democrático español ha experimentado en esta última década un notable deterioro cuyas causas son, entre otras, la desnaturalización de los mecanismos de representación, el autismo de los partidos políticos, el alejamiento de los dirigentes democráticos de la sociedad y los sucesivos escándalos de corrupción. Estos comportamientos y abusos, además de corroer la propia esencia del poder representativo, generan el desánimo en los ciudadanos, favorecen la pérdida de los valores básicos de la convivencia y fermentan la expansión del nihilismo político.

Si no se actúa enérgicamente contra esas deficiencias, el sistema democrático corre el riesgo de degenerar, máxime si los sectores más retrógrados, al socaire de la debilidad mostrada por el poder político frente al financiero, continúan intentando el desmantelamiento del Estado del bienestar, clave de bóveda de la civilización europea. Con cuatro millones de parados -el 40%, jóvenes-, se corre el riesgo de que reaparezcan el conflicto y el enfrentamiento social, con las trágicas consecuencias que históricamente han tenido en Europa.

Ante la gravedad de la crisis, que ha supuesto uno de los fracasos más contundentes del liberalismo económico más acérrimo, resulta paradójico que sean precisamente sus responsables los que orienten las medidas que tienen que tomar los Gobiernos. Es un sarcasmo que quienes han fomentado inversiones temerarias o han alentado un consumo irresponsable culpen ahora a los ciudadanos por vivir por encima de sus posibilidades y reclamen medidas de ajuste que limitan gravemente los avances sociales alcanzados.

Es cierto que el Gobierno, pese a sus fallos, se ha visto obligado a tomar medidas impopulares pero absolutamente necesarias para sortear las consecuencias aún más graves que la crisis habría tenido. Estas medidas no han sido apoyadas por el Partido Popular, que, al contrario, las ha criticado irresponsablemente por un puñado de votos. La realidad nos demostrará, si desgraciadamente ganan las próximas elecciones, que su política consiste en limitar los derechos sociales logrados por los españoles.

A fin de que los ciudadanos españoles puedan recuperar su estabilidad económica y su nivel de vida, es necesario articular propuestas basadas en:

- La reafirmación responsable de un Estado del bienestar que garantice la solución de las necesidades básicas de una sociedad avanzada como la española, porque aquel no solo genera actividad económica y riqueza, sino que además aporta paz social, requisito indispensable para consolidar el desarrollo social y económico.

La educación, la sanidad y los servicios sociales son parte imprescindible de la inversión productiva en las sociedades avanzadas, y no un gasto inútil como afirman sectores de la derecha.

- La recuperación urgente por parte del Estado del sector financiero básico que permita afrontar directamente las necesidades crediticias de los sectores local, agrario e hipotecario, sin recurrir necesariamente a la intermediación de la banca privada.

- La reorientación del gasto autonómico hacia fines productivos que beneficien a los ciudadanos y no a intereses partidistas o de grupos. Es urgente la reasignación del gasto público de manera solidaria entre las distintas Comunidades Autónomas que integran España y dentro de cada una de ellas, creando además mecanismos que refuercen la transparencia en todas las instituciones locales, autonómicas y estatales.

- El respeto a las instituciones y a sus representantes, esencial para el desarrollo de un Estado democrático de derecho, en el bien entendido de que el principio de legalidad, y por tanto el sometimiento a las leyes, es exigible especialmente a quienes nos representan. Consecuentemente, es preciso el endurecimiento de las penas para aquellos representantes que utilizan su poder de manera torticera para enriquecerse. Igualmente es necesaria la adopción de ciertas medidas de austeridad que no suponen un gran ahorro, pero tienen un significado moral en la vida pública.

- La reforma del sistema tributario para que sea verdaderamente justo como se proclama en el artículo 31 de la Constitución, y el refuerzo de los mecanismos de lucha contra el fraude y la economía sumergida.

- La recuperación y el fomento de los valores en torno a los que se fraguó la conciencia cívica y solidaria que distingue a las sociedades europeas avanzadas. Es imprescindible que los españoles volvamos a confiar en nuestras instituciones y nos impliquemos en los asuntos públicos.

- La urgente reforma de la ley electoral, de manera que facilite una más justa representación en las instituciones, una mayor democracia interna en el proceso de elaboración de las listas, la participación de los mejores, y una cercanía entre representantes y representados de modo que estos últimos se hagan oír directamente. Abogamos por un sistema electoral similar al alemán, en el que se combinan criterios mayoritarios y proporcionales.

Estimamos que corresponde, en este momento:

- Un proceso electoral adecuado a la delicada situación económica, evitando incertidumbres que alienten la voracidad especuladora de los poderes financieros internacionales y el encarecimiento de la deuda.

- Una Conferencia específica -finalizado el proceso electoral- que elabore una nueva orientación del PSOE para facilitar una auténtica participación democrática de los militantes y nuevos cauces para los simpatizantes. Urge la adaptación de la estructura de nuestro partido a los cambios en las formas de movilización de los ciudadanos, para escuchar y responder a sus demandas y expectativas.

* Firman este artículo Pedro Bofill, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, diputado, eurodiputado y delegado del Gobierno; Francisco Cruz de Castro, pintor, ex gobernador civil y ex director general; Bárbara Dührkop, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSE-PSOE y eurodiputada; Leopoldo Torres Boursault, que ha sido vicepresidente del Congreso de los Diputados y fiscal general del Estado; Ana Miranda de Lage, que ha sido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE, senadora y eurodiputada, y Fernando Sanz, que ha sido senador.

viernes, 3 de junio de 2011

Pepinos

Aquests dies hem assistit a una comèdia que, si no fos per les seves conseqüències fatals, n’hi ha per llogar-hi cadires. Parlem de pepinos i d’Alemanya. Resulta que una infecció, sembla que de caràcter alimentari, ha provocat la malaltia de centenars de persones i la mort de 18 fins a la data. Les autoritats alemanyes de seguida van dir que els cogombres havien estat la causa i van bloquejar les importacions de verdures des d’Espanya. Després s’ha vist que els cogombres no hi tenien res a veure.

La pèrdua d’ingressos per als agricultors és actualment d’uns 75 milions d’euros ja que no han pogut exportar la collita. I s’ha difós una mala imatge d’un sector que justament treballa intensament per evitar aquesta mena de problemes. S’hi juguen la subsistència econòmica. Recordo una visita a una cooperativa d’agricultors del sud de Granada. Hivernacles, plàstics com diuen ells, capaços de produir tota mena de verdures amb una tecnologia veritablement industrial. Visitem les instal•lacions i un parent ens ensenya les naus per a l’embalatge de la mercaderia i la càrrega dels tràilers. El personal va amb bates verdes, un barret com de quiròfan, molta llum, el terra lliscant, les caixes de fusta i de plàstic noves. Preguntem per què a la nau es treballa com si fos un laboratori. La resposta que tenen unes exigències sanitàries que han d’acomplir per poder ser exportadors. D’això ja fa un grapat d’anys.

Però la crisi del cogombre ha fet aflorar una vella estratègia nacional que apliquen alguns països quan les coses val maldades. Alemanya, també Rússia, van prohibir la importació de productes espanyols. No és una decisió sanitària. Encara que efectivament els quatre cogombres d’Almeria hagin estat portadors de l’Escherichia Coli que no és el cas. No, és pur proteccionisme econòmic. La decisió empitjora les expectatives de l’agricultura espanyola però afavoreix la pròpia o la de tercers. I, posats a ser proteccionistes, la pregunta és, perquè Alemanya, de fet la Unió Europea, no posa problemes a aquells productes que són fabricats en països que no respecten els drets humans, socials, laborals o mediambientals.

3 de juny de 2011

Grup Breus

Alerta vermella, racisme

Si la sociologia fos una ciència exacta, la realitat es podria expressar amb polinomis més o menys complexos. Desenvolupant una bona representació matemàtica, la predicció sobre el canvi social seria molt més encertada. Però la sociologia no és una ciència exacta i sobre la realitat operen múltiples factors difícils d’avaluar. Això no exclou, però, que puguem intervenir, des de la política, per tal de modificar el resultat final. A Catalunya tenim un problema amb el racisme i la xenofòbia.

Plataforma per Catalunya ha obtingut 65.905 vots a les darreres municipals. Alerta vermella a moltes poblacions. I, a més, alguns dirigents del Partit Popular han utilitzat intensament el rebuig a la diferència per aconseguir vots, per cert, amb èxit. Fixeu-vos que a Badalona, Plataforma no ha tret representació i, en canvi, el PP de García Albiol ha estat la llista més votada amb un discurs molt similar al de Anglada.

És un tòpic afirmar que la suma d’alts percentatges de població immigrada, amb elevades taxes d’atur, en barris populars pot facilitar l’existència de conflictes i un increment d’ideologies d’extrema dreta. Però no necessàriament és així. Fins ara no havia estat així. Hi ha un altre factor decisiu, el polític, que pot afavorir o amortir el resultat final. I això és el que ha passat en algunes poblacions. Allà on Plataforma ha estat activa ha aconseguit moltes més adhesions que allà on no ho ha fet. Sembla una obvietat, però els plens municipals on ha tret representació patiran de valent les seves mocions a partir d’ara i tensionaran la vida municipal durant el proper mandat.

Som al principi d’un futur incert. I convé que la resta de forces democràtiques sensates del país facin un gran acord per apagar aquest incendi que pot acabar destruint milers d’hectàrees de convivència i de cohesió social els propers anys. Hem d’expulsar de la nostra societat el discurs racista i els partits d’extrema dreta ara que hi som a temps. Després, si el pensament xenòfob arrela a Catalunya, serà massa tard. L’acord sensat és deixar de polititzar una realitat, la immigració, que no canviarà els propers anys i explicar clarament a la ciutadania, des del partits centrals, que convé activar un gran esforç d’integració i rebutjar a tot aquell que fomenti l’odi o creï problemes innecessaris.

1 de juny de 2011

Grup Breus

Més agenda verda

Fa temps vàrem dedicar un dels breus a proposar una agenda verda per a la socialdemocràcia. Argumentàvem que el nivell de consciència davant el risc nuclear i l’esgotament del planeta sumat a importants avenços en les energies alternatives permetien, ara si, posar dates i objectius factibles.

Alemanya ho ha fet. Els darrers resultats electorals i les manifestacions al carrer han provocat la decisió del govern federal de finalitzar la producció nuclear el 2022. Hi ha, al darrera, una aposta estratègica per les renovables i per un nou model de desenvolupament econòmic.

El partit socialista, una vegada alliberada la incògnita del candidat, pot abordar aquesta agenda verda en profunditat. Un nova política energètica respectuosa amb el planeta i amb les persones, una política de residus encara més sostenible, una política que enforteixi els sistemes agraris i de pesca que preservin el medi natural i una política ecològica pel que fa a la producció alimentària. Si a més es tracta de programes que permetin la creació de llocs de treball, la societat estarà plenament d’acord en el seu desenvolupament.

Daniel Innerarity, en un article a El País el 22 d’abril d’aquest any, deia “Lo que propongo es que la renovación de la agenda socialdemócrata surja de esa combinación entre liberalismo (eliminación de las dominaciones en el mercado), socialismo (preocupación por la igualdad) y ecologismo (perspectiva sistémica y de sostenibilidad).” Recomanem la seva lectura i compartim plenament que si ha d’existir una nova socialdemocràcia, la seva agenda incorpori els tres ingredients que proposa Innerarity. Ara cal concretar objectius.

2 de juny de 2011

Grup Breus

TRIBUNA: DANIEL INNERARITY Un mundo amurallado

La actual proliferación de barreras para impedir el tránsito de personas ilustra un retroceso en el sueño de un 'mundo global'. Se desnacionaliza la vida económica y a la par se renacionaliza la vida política
DANIEL INNERARITY 03/06/20.Publicado en El Pais.

La actual pretensión danesa de controlar las fronteras con Alemania y Suecia viene tras los cierres de Francia e Italia, pero resulta aún más inquietante si lo ponemos en relación con una tendencia en el mundo actual a cerrar, impedir el paso y controlar, que responde a la demanda creciente de protección. Desde que en 1989 cae el muro de Berlín, la construcción de nuevos muros se ha multiplicado, como si se tratara de una carrera frenética por hacer frente a una nueva desprotección: entre México y Estados Unidos, en Cisjordania, entre India y Pakistán, entre Irak y Arabia Saudí, entre África del Sur y Zimbabue, entre España y Marruecos (rodeando las ciudades de Ceuta y Melilla), entre Tailandia y Malasia..
Los muros generan zonas de no-derecho y conflictividad, exacerban las hostilidades mutuas
Las fronteras indican, sobre todo, la desconfianza frente al otro, al extranjero
¿En qué consisten estos muros? ¿Cuál es su utilidad o el propósito con que se levantan? Estas barreras no están pensadas para impedir el ataque de ejércitos enemigos, sino para impedir el tránsito de personas; quieren hacer frente a fuerzas persistentes y desorganizadas más que a estrategias militares o económicas; son más post-, sub- y transnacionales que internacionales; son una respuesta a los flujos desconectados de las soberanías estatales. Los muros actuales no responden a la lógica de la guerra fría sino que son muros de protección; indican la desconfianza frente al otro, el extranjero, y dicen mucho acerca de las ambigüedades de la globalización. Se dirigen contra el movimiento de bienes y personas que muchas veces no tienen su causa en una invasión exterior sino en la demanda interna: mano de obra, drogas, prostitución...

Un muro no es tanto una cosa material como algo mental que traza una línea de separación entre un "adentro" que se siente amenazado y un "afuera" amenazante, considerado como enemigo, estereotipado, ubicuo y en ocasiones fantasmal. Los muros funcionan como un icono tranquilizador en la medida en que restablecen una distinción nítida entre el interior y el exterior, entre el amigo y el enemigo, que se hace coincidir frecuentemente con las fronteras nacionales. Todos los procesos de guetización participan de esa misma lógica al segmentar la ciudad de una manera invisible, arruinando así su vocación de aproximar a sus habitantes. Las barreras recuperan una modalidad de poder soberano, material y delimitado en un entorno, para algunos inquietante, en el que el poder se presenta como una realidad difusa y débil. Los muros son una respuesta psicosociológica al desdibujamiento de la distinción entre el interior y el exterior, al que acompañan otras distinciones que se han vuelto problemáticas, como la diferencia entre ejército y policía, los criminales y los enemigos, la guerra y el terrorismo, derecho y no-derecho, lo público y lo privado, el interés propio y el interés general.

La construcción de muros no solamente ilustra un retroceso en el sueño de un "mundo global", sino que testimonia unas tendencias subterráneas de la globalización que alimentan el retorno de ciertas formas de "neofeudalización" del mundo. Un mundo en el que son asombrosamente compatibles la integración de la economía global y el aislamiento psicopolítico. Cabría incluso afirmar que la defensa de esta compatibilidad se ha convertido en un objetivo ideológico en esa síntesis de neoliberalismo político y nacionalismo estatal de cierta nueva derecha cuyo proyecto ha sintetizado Saskia Sassen en el doble objetivo de "desnacionalización de la vida económica y renacionalización de la vida política". No vivimos en un mundo ilimitado, sino en la tensión entre una geografía de los mercados abiertos que tiende a abolir las fronteras y una territorialidad de la seguridad nacional que tiende a construirlas. No hay coherencia entre la práctica geoeconómica y la práctica geopolítica que equilibre las diferentes agendas del comercio y de la seguridad.

Sabíamos desde Maquiavelo que las fortalezas suelen ser más perjudiciales que útiles. Los muros proyectan una imagen de jurisdicción y espacio asegurado, una presencia física espectacular que se contradice con los hechos: por lo general no contribuyen a solucionar los conflictos e impiden muy escasamente la circulación. Complican el objetivo, obligan a modificar el itinerario, pero en tanto que prohibiciones de paso suelen ser poco eficaces.

El ejemplo más elocuente de ello lo encontramos en el control de la emigración, que aumenta o disminuye por factores que no están vinculados a la rigidez o porosidad de las fronteras. Hay emigración porque hay un diferencial de oportunidades o, si se prefiere, porque las desigualdades son actualmente percibidas en un contexto global. Cuando se piensa que el establecimiento de barreras es la solución para el incremento del número de los emigrantes y refugiados es porque se ha considerado previamente que la causa de esos desplazamientos era la flexibilidad de las fronteras, lo que es radicalmente falso.

Si no cumplen esa función que se les asigna, entonces ¿para qué sirven esas fronteras que adoptan la forma de muros? Dada su falta de eficacia, lo que hay que preguntarse es cuáles son las necesidades psicológicas que su construcción satisface. Y la respuesta está en la necesidad de limitación y protección de quienes se perciben a sí mismas -muchas veces contra toda evidencia- como "sociedades asediadas" (Bauman). En lo que hace referencia a los muros está claro que aluden inmediatamente a la defensa contra unos asaltantes venidos de un "afuera" caótico, pero sirven como instrumentos de identificación y cohesión, responden al miedo frente a la pérdida de soberanía y a la desaparición de las culturas homogéneas. De esta manera se construye una siniestra equivalencia entre alteridad y hostilidad, lo que es además un error de percepción (la mayor parte de los atentados que se han cometido en EE UU han provenido de terroristas del interior). Y se asienta el prejuicio de que la democracia no puede existir más que en un espacio cerrado y homogéneo.

Así pues, se trata de remedios físicos para problemas psíquicos, de una teatralización con efectos más visuales que reales. Un muro aparenta ofrecer seguridad en un mundo en el que la capacidad de protección del Estado ha disminuido, en el que los sujetos son más vulnerables a las vicisitudes económicas globales y a la violencia transnacional. Todo lo que acompaña a la escenografía rotunda de los muros no son sino gestos políticos destinados a contentar a cierto electorado, a suprimir la imagen de un caos políticamente embarazoso y sustituirla por la de un orden reconfortante. Aunque es imposible muchas veces cerrar completamente las fronteras, es peor dar la impresión de que no se hace nada. Construir una barrera es la mejor manera de no hacer nada dando la impresión de que se hace algo; de este modo se despliega una seductora salva política dirigida contra un conjunto de problemas especialmente complejos, a los que es imposible aportar una solución de corto plazo.

Los muros serían inicuos si se limitaran a dejar sin resolver los problemas que de manera tan simplista pretenden delimitar. Pero no es ese el caso: los muros generan zonas de no-derecho y conflictividad, agravan muchos de los problemas que tratan de resolver, exacerban las hostilidades mutuas, proyectan hacia el exterior los fracasos internos y excluyen toda confrontación con las desigualdades globales. Además, cuando se acentúa ostentativamente la seguridad se provoca al mismo tiempo un sentimiento de inseguridad. Son demasiados daños laterales como para que compensara la débil protección que pueden proporcionar.

Frente a la nostalgia por el orden perdido que clama por límites crispados y barreras de exclusión, la reivindicación de una frontera que comunique, demarque, equilibre y limite puede ser una estrategia razonable para transformar esos espacios de choque, cierre y soberanía en zonas porosas de contacto y comunicación. La alternativa, en cualquier caso, no es entre la frontera y su ausencia, sino entre las fronteras rígidas que siguen colonizando buena parte de nuestro imaginario político y una frontera red que permitiría pensar el mundo contemporáneo como una multiplicidad de espacios que se diferencian y entrecruzan, creando así unos puntos fronterizos que son también puntos de paso y comunicación.

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Daniel Innerarity es catedrático de Filosofía Política y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática (www.globernance.com)

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