PREOCUPACION
ANTE LA SITUACION Y FUTURO DE CATALUÑA VISTO DESDE LAS PERSPECTIVA DE UN
ORIGINARIO DE EXTREMADURA QUE TUVO QUE VENIR A CATALUÑA CON 18 AÑOS Y AHORA
TENGO 67-
ALGUNOS
PERIODISTAS HAN PUESTO EL GRITO EN EL CIELO ,CUANDO ALGUIEN HA ESCRITOS ARTICULOS
PENSANDO EN EL FUTURO DE LOS DESCENDIENTES DE PRIMERA , SEGUNDA Y
TERCERA GENERACION DE RESIDENTES EN CATALUÑA ,CUANDO DE AQUI A UNOS DIEZ A
QUINCE AÑOS, POR DESGRACIA, YA NO ESTEMOS O NO EXISTAMOS MILLARES DE PERSONAS
QUE VINIMOS DE OTRAS COMUNIDADES AUTONOMAS EN LOS AÑOS 50,60 Y 70.
Sus descendientes estarán integrados, serán ciudadanos
y ciudadanas de pleno derecho de Cataluña,
hablaran el catalán o lo entenderán y el español, que identidad y pertenencia sentirán más la catalana que la española o al revés.
Serán asimilados, serán catalanistas,
españolistas, federalistas o defenderán el independentismo. Seguro que el
tiempo marcara el paso y el proceso se debería desarrollar con toda normalidad,
sin prisas y con seno.
Lo hasta ahora escrito es una introducción a
un escrito que apareció en el Periódico de Extremadura en el 2016 y analizaba
la situación política y los sentimientos
de extremeños y extremeñas que se fueron a vivir al País Vasco.
He creído reproducirlo por su interés y que
sirva de reflexión no solo en relación a la comunidad extremeña sino también al
resto de catalanes y catalanas venidos de otras Comunidades Autónomas del
Estado Español. Y para que políticamente se haga una reflexión seriosa, no demagógica
o populista.
Iker
Rioja Andueza
20/09/2016
-
El
escaño extremeño
La colonia de 200.000 cacereños y pacenses ha
jugado un papel clave en la política vasca como también los andaluces, gallegos
y castellanos, casi siempre en beneficio del socialismo
El profesor Alfredo Retortillo valora que el
PSE-EE no ha sabido "reproducir generacionalmente" el apoyo de ese
sector de la población y sus feudos antiguos lo van siendo cada vez más de
Podemos
Un estudio de Manu Montero revela que sólo el
20% de la población acredita apellidos vascos, aunque el resto ha quedado
infrarrepresentado en las instituciones
El presidente extremeño, Guillermo Fernández
Vara, en un acto político celebrado en Vitoria en 2015 con Patxi López e Idoia
Mendia
“Bai?”.
La hija de los Ferreira Frutos de La Serena descuelga en euskara al teléfono.
Ella, Maialen, a sus veinte y pocos años, forma parte de la amplia colonia
extremeña que atrajo en el tardofranquismo la segunda industrialización del
País Vasco. Son hasta 200.000 personas entre los inmigrantes y sus asimilados y
descendientes: el 9% de la población vasca y el equivalente al ¡20%! de la de
las provincias de Cáceres y Badajoz. En Vitoria hay más oriundos de la zona de
Brozas (3.000) que los que quedan allí (2.000). Y a Euskadi también llegaron
gallegos (55.000), andaluces y castellanos (éstos son más que los extremeños,
pero vinieron en dos oleadas y no tienen una identidad regional común, ya que
se identifican como leoneses o burgaleses a secas).
Un trabajo académico del exrector de la
Universidad del País Vasco (UPV-EHU) Manuel Montero estima que apenas un 20% de
la población podría acreditar “ocho apellidos vascos”. O, dado la vuelta, el
56% tiene apellidos de otras zonas de España y el 24% orígenes mestizos.
El voto de aquellos inmigrantes (y de su
entorno) ha jugado, desde luego, un papel fundamental en la historia política
vasca de las últimas décadas. Pocos dudan en señalar al PSE-EE como el gran
beneficiado, un partido que siempre ha tenido muy claro dónde podía pescar
votos. Pero ese caladero tradicionalmente socialista se está agotando. ¿Por
qué? “En primer lugar, hay casi un decrecimiento natural en ese electorado
porque aquella generación que llegó en las décadas de 1960 y 1970 a trabajar ya
se está muriendo. Otros acaban volviendo. Y, después, quizás la debilidad mayor
del socialismo es no haber sido capaz de reproducir y reestructurar una cultura
en torno al partido que se reproduzca generacionalmente”, explica el politólogo
Alfredo Retortillo, también de la UPV-EHU. El PSE-EE, actualmente, obtiene sus
mejores resultados entre el sector de la población mayor de 55 años y pincha
entre los más jóvenes.
Otro experto universitario en movimientos
sociales, Mikel Aizpuru, tiene muy claro, además, que la denominada segunda
generación, esos hijos de inmigrantes e incluso ya sus nietos, no son el bloque
obrero y de izquierdas que eran aquellos trabajadores de las acerías de la
Margen Izquierda de Bizkaia, de las cooperativas guipuzcoanas y de las fábricas
vitorianas.
“Desde un punto de vista genérico, en casi
todo el mundo la segunda y tercera generación actúa, vive y vota diferente.
¿Hay un voto irlandés en Estados Unidos? Lo había, pero ahora ya no lo tengo
tan claro. En la II República, el PNV ya ganó elecciones por los hijos de
aquellos primeros castellanos que llegaron a Altos Hornos hacia 1900 y entonces
las distinciones étnicas todavía eran muy fuertes en el nacionalismo”, abunda
Aizpuru.
Brecha
generacional
Varios de los expertos consultados coinciden
en que ya desde la década de 1980 se empezó a notar una brecha generacional.
Casi un intento de rebeldía. “Aunque parezca sorprendente, en plenos años de
actividad de ETA, había personas que variaban de unas elecciones a otras entre
votar al PSOE y hacerlo a Herri Batasuna (HB), muy especialmente entre
población de origen inmigrante interna”, apunta Roberto Uriarte, profesor de
Derecho Constitucional y exsecretario general de Podemos en Euskadi, el partido
que precisamente obtuvo en las dos últimas elecciones generales sus mejores
resultados de toda España en antiguos feudos socialistas como la Margen
Izquierda (Barakaldo) o barrios muy concretos de Vitoria.
“Aunque sea paradójico, la izquierda abertzale
reivindica un nacionalismo menos étnico que el del PNV”, apunta Aizpuru sobre
este particular y recuerda que hasta históricos de ETA eran lo que
despectivamente se ha conocido como 'maketos', 'cacereños' o 'coreanos', hijos
de aquella inmigración industrial.
Maialen, que estudió en euskara en una
ikastola de Mondragón, cuenta que en su barrio, en la zona de Musakola, todos
sus amigos eran hijos de trabajadores venidos de fuera. Si en Vitoria los de
Brozas encontraron su hueco, cooperativas como Fagor fueron un imán para los
jóvenes de La Serena durante el franquismo. Su ‘aita’ y su ‘ama’, que no se
conocían y se enamoraron en la Gipuzkoa profunda, resultaron ser oriundos de
dos pueblos que apenas distaban siete kilómetros. Enrique García, presidente de
la Federación de Asociaciones Extremeñas de Euskadi (con 3.500 socios), indica
que este caso no es ni mucho menos una excepción.
Euskadi
con equis
En 2015, una periodista extremeña publicó el
reportaje “Euskadi con equis”, en el que se trazaban algunos ejemplos del
aislamiento que padeció aquella nueva población en la Euskadi que siempre se ha
enorgullecido de ser acogedora e integradora pero que, a la vez, es actualmente
la que más casos de xenofobia y racismo registra de toda España. Cita una
campaña publicitaria de 1976 de la Caja Laboral en la que un extremeño,
Francisco Tejada, se hacía llamar ahora, tras una traducción libre, 'Patxi
Teilatu'. “Sí al euskara […]. Pero de ahí a perder tus raíces, a cambiar de
nombre, a eso nos oponíamos”, comentaba una mujer en aquel reportaje.
García cifra en 17 las agrupaciones de
extremeños y en una docena las de andaluces y gallegos, a las que habría que
añadir las casas provinciales de castellanos. Todas ellas han sido estas
décadas refugio de costumbres, platos típicos, fiestas y tradiciones, aunque
ahora, sostiene García, se han abierto a la sociedad. Hasta EH Bildu agradeció
el pasado año el esfuerzo de esos inmigrantes por construir el País Vasco
primero con una medalla honorífica entregada por la Diputación de Gipuzkoa y,
segundo, felicitándoles por su impulso al euskara al matricular a sus hijos en
modelos educativos bilingües como el B y el D.
¿Ha querido asimilar el nacionalismo a esa
gran masa de jóvenes? “En Navarra, por ejemplo, se ha euskaldunizado a muchos
jóvenes y no ha subido el voto abertzale”, valora Aizpuru. Y añade: “Cada vez
hay más gente euskaldun que no vota abertzale”. “La realidad es mucho más
compleja y paradójica y creo que el partido se elige, igual que todo en la vida
de los seres humanos, también por componentes afectivos, de imagen, de descarte
de los más odiados, de moda, de decepción de lo que se esperaba de alguien, de
castigo, etc.”, apostilla Uriarte.
"Aquí
extremeños, allí vascos"
El reciente proceso independentista en
Cataluña ha sacado a la palestra a ‘charnegos’ (como se conoce allí de manera
despectiva a los inmigrantes) como líderes soberanistas. Ahí están Gabriel
Rufián en ERC o Antonio Baños en la CUP. En el nacionalismo vasco, apenas
descuella Ramiro González (nacido en Burgos) como diputado general de Álava en
el PNV, aunque Uriarte apunta que su antiguo partido, Podemos, ha incorporado a
toda una generación de vascoparlantes de “apellido castellano y nombre en
euskera” que aportan nuevos aires al vasquismo. Retortillo matiza que, a
diferencia de Cataluña, esa población foránea no se ha “guetizado” tanto hasta
el punto de configurar una sociedad paralela a la local. “Para entendernos,
aquí no hay unos Estopa”, bromea el profesor, que recuerda que el Partido
Andalucista llegó a conseguir dos escaños en el Parlament catalán en las
elecciones de 1980.
Es de nuevo el PSE-EE el que más apellidos
extremeños, gallegos, castellanos o andaluces ha incorporado a sus filas. Óscar
Rodríguez, Rodolfo Ares, Begoña Gil, Rafaela Romero o Mikel Torres son sólo
algunos ejemplos de militantes que han escalado en el partido. El eminente
perfil obrero de la inmigración ha limitado siempre la penetración del PP en
este sentido, aunque últimamente ha ganado peso entre los pensionistas.
En todo caso, según el análisis de Montero,
este amplísimo sector de la población ha quedado infrarrepresentado
históricamente en las instituciones. Tras las autonómicas de 2012, sólo 6 de
los 48 electos nacionalistas (PNV y EH Bildu) tenían dos apellidos castellanos
como el grueso de la población. En 2013, entre los altos cargos del Gobierno
vasco el 85% tenía uno o más apellidos de origen vasco. “Aquí somos los
extremeños y allí somos los vascos”, bromea Maialen, orgullosa de su euskara y
también de los bailes extremeños de cada verano cuando regresa a La Serena.