Mundo rural
Los pueblos luchan por volver a seducir
El medio rural revindica su derecho a disponer de un sector
servicios sólido con el que atraer y retener talento. "La repoblación será
femenina y digital o no será"
"El campo no se pudo industrializar, pero está a tiempo
de digitalizarse"
Los pueblos luchan por volver a seducir
Mateo L. Belarte 31 de enero del 2021. 09:16
"Date dos inviernos". Esa es la unidad de medida
que emplean los habitantes de los miles de pequeños pueblos repartidos por
España para que aquellas personas que optan por cambiar la ciudad por el campo
tengan tiempo para descubrir su realidad. Tiempo para quedarse sin luz en casa
sin que nadie arregle el problema. Tiempo para no poder gestionar un trámite
telemático con la Administración por problemas con la conexión a internet.
Tiempo para invertir más tiempo en ir a comprar, al cine o al bar más cercano.
En definitiva, tiempo para alejarse de la imagen bucólica
con la que, dicen, los apodados como ‘neorurales’ aterrizan de vuelta en el pueblo
hasta darse de bruces con ese día a día que poco tiene que ver con lo que
percibieron en aquella idílica escapada de fin de semana.
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No es un reproche, es una reivindicación. La forma que
tienen de exigir su derecho a disponer de las mismas facilidades que los
urbanitas para poder elegir dónde y cómo vivir. La pandemia ha resituado la
repoblación en la agenda pública nacional y europea y el medio rural no quiere
perder este tren, pero alerta de que para ello necesita recursos con los que
seducir a quien se aventura a cambiar de vida. Solo así se podrá convertir en
virtuoso un círculo viciado desde hace décadas y que centrifuga a las personas
hacia la ciudad: la población que permaneció envejece, la localidad pierde
habitantes, pierde servicios al dejar de ser rentables para las
comercializadoras y nadie regresa por esa falta de oportunidades. Y vuelta a
empezar.
"Vivir en el mundo rural es duro, si no no se habría
ido la gente", resume Lidia Díaz, presidenta de la Asociación Española
contra la Despoblación (AECD). Ella tiene muy claro lo que necesitan los
habitantes del mundo rural y se limita a devolver la pregunta: "¿Qué
necesitas tú?". Su respuesta descoloca a cualquier residente en una urbe
grande o mediana. "Trabajo y vivienda son los dos mínimos", se
autocontesta Díaz.
La asociación que dirige centra sus esfuerzos en dos ejes:
atraer y retener a nuevos ciudadanos que dinamicen estos núcleos. Un ejercicio
complejo, casi un acto de fe, si no se dispone de vivienda de alquiler y de
condiciones laborales que permitan emprender proyectos empresariales innovadores
y que involucren a la mujer. Porque "la repoblación será femenina y
digital o no será".
Ya antes de la irrupción del coronavirus, la urgencia de la
repoblación había llegado a las instituciones. El Gobierno creó la Secretaría
General para el Reto Demográfico dentro del Ministerio para la Transición
Ecológica, dotado con un presupuesto de 2.500 millones para impulsar el
desarrollo rural a través de la mejora de servicios públicos como Correos y
para hacer llegar la banda ancha a las provincias desestimadas por las
operadoras por no alcanzar una cobertura mínima. Y además están los fondos europeos,
de los que España recibirá más de 140.000 millones y para los que la UE ha
puesto como una de sus prioridades la repoblación. Las asociaciones rurales ya
batallan para que se canalicen hacia sus territorios y potencien ecosistemas
innovadores, reubiquen servicios y abran nuevas posibilidades.
Pero dudan de que el reparto vaya a ser proporcional y
transversal. Así, mientras la burocracia sigue su lento paso, en los últimos
años han comenzado a brotar iniciativas tanto de empresas como de ciudadanos
para reactivar los pueblos y dotarlos de las herramientas para cumplir con ese
leitmotiv de "atraer y retener": proyectos de instalación de redes de
telecomunicaciones públicas y gratuitas, para la dinamización de sus parques
inmobiliarios o para la profesionalización del trabajo que la mujer hace en el
campo.
Un ejemplo de esto último es la escuela de pastoras que ha
puesto en marcha la AECD en Cantabria. Se trata de un proyecto para
"profesionalizar" el trabajo de la mujer rural que busca
"ofrecer salidas dignas" para que "ellas mismas se reconozcan
como empresarias" y no abandonen el pueblo, porque "si se van las
mujeres, se van los hijos". Solo así, esos descendientes permanecerán en
el medio rural. "Es muy bueno que salgas a estudiar, pero vuelve. Queremos
tu innovación, aquí hay mucho que hacer con tu bagaje", dice Díaz apelando
a los más jóvenes.
Porque la España despoblada es consciente de que la nueva
ruralidad va más allá del sector primario y el desarrollo del teletrabajo
debido a la pandemia juega a su favor. Pero, de nuevo, necesitan recursos como
Internet. En ese sentido trabaja Zwit Project, una empresa creada en 2015 por
Jorge Celaya y Raúl Santos para la implementación de redes inteligentes de
gestión de los recursos municipales con las que han logrado llevar líneas WiFi
públicas y gratuitas adonde no llegan las operadoras.
La brecha salarial rural: 5.000 euros al año
Además de disponer de menos servicios que el resto de
ciudadanos por el mero hecho de residir en un municipio pequeño, los habitantes
del medio rural también perciben una menor renta por su trabajo. Según un
estudio de Zwit Project, esta brecha salarial llega a rozar los 5.000 euros al
año. Para realizar sus cálculos primero definen qué es un pueblo rural. Según
la ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural, "el espacio formado
por la agregación de municipios o entidades locales menores (…) que posean una
población inferior a 30.000 habitantes y una densidad inferior a los 100
habitantes por km²". Esto suponen, a censo de 2019, 18.163.844 habitantes
(40,2 % del total) que vive en un 94 % del territorio. De ellos, los que viven
en pueblos de entre 1.000 y 5.000 habitantes tienen una renta disponible un
21,5 % inferior a la media nacional, mientras que, si se analizan los residentes
en territorios de menos de 1.000 habitantes, la brecha se amplía al 25,9 %.
Traducido a cifras concretas, la renta media en España es de 22.634 euros,
mientras que la de los más de 4 millones de personas que viven en zonas de
entre 1.000 y 5.000 habitantes se queda en 17.768 euros y el millón y medio que
lo hace en localidades de menos de 1.000, en 16.772 euros al año.
"Si la digitalización no es universal, la brecha se va
a agrandar. El mundo rural quedó fuera de la industrialización, pero está a
tiempo de no perder el tren de la digitalización", reflexiona Santos.
Gracias a su proyecto de territorios inteligentes, el municipio de Comillas fue
elegido por la UE como uno de los casos de estudio de su programa ‘Smart
Eco-Villages’, el único en toda España, que aspira a captar fondos como uno de
los proyectos tractores de la repoblación.
El repunte del interés en estos territorios que han
provocado los confinamientos ha hecho que otras compañías más grandes, como por
ejemplo BlaBlaCar, pongan su vista en ellos. Desde 2018 viene perfeccionando su
algoritmo de ‘paradas inteligentes’, que permiten al usuario poder contratar un
viaje a un pueblo rural aunque no figure en el trayecto. Es decir, si se viaja
de Barcelona a Zaragoza y una persona quiere ir a Lleida, el sistema alerta al
conductor, evitando así el desplazamiento de última milla y optimizando
recursos. Solo en 2020 han duplicado su penetración y ya se emplea en un 20 %
de todos sus trayectos.
Con los supermercados sucede algo similar. Asedas, la primera
distribuidora alimentaria de España y con una cuota de mercado del 90 % en los
pueblos de menos de 2.000 habitantes, destaca su compromiso con estos
territorios ya que con su presencia "contribuye a la creación de riqueza y
a la fijación de la población".