Alternativas a la España vaciada
Enrique Javier Díez Gutiérrez | María José
Rodríguezcontacta@infolibre.es
Publicada el 15/11/2020
La “España vaciada” también está sufriendo el covid, pero
una parte de la población se está planteando la zona rural como lugar para un
habitar seguro en medio de esta pandemia. Por eso queremos plantear qué
propuestas concretas desarrolla la literatura científica actual para dar
respuesta a esa situación de abandono social e institucional.
Tierra sin gente para gente sin tierra: creación de
Bancos Públicos de Tierras Gratuitas, gestionados por los ayuntamientos,
con el objetivo de facilitar la puesta a disposición de superficie cultivable
(procedente de territorios comunales o de cesiones particulares) en régimen de
alquiler gratuito o convenio de cesión temporal, a personas o familias
desempleadas que estén interesadas en buscar una oportunidad laboral y profesional
en el sector agroalimentario. Complementado con Bancos de Herramientas
Gratuitas, en préstamo, para las labores agrícolas y ganaderas, y Bancos de
Tiempo de Asesoramiento por parte de sindicatos agrarios en los procesos
agropecuarios, para quienes se inician y para apoyar técnicamente y crear redes
para el desarrollo de las iniciativas.
Acceso a vivienda social: Banco de Viviendas gratuitas o
de alquiler social, a partir de la rehabilitación de casas deshabitadas, de
propiedad pública o de la cesión de particulares, siendo restauradas o
construidas manteniendo las características arquitectónicas tradicionales y con
técnicas de bio-construcción.
Bonificaciones/exenciones fiscales: otorgar Cartas Puebla
que establezcan bonificaciones y/o exenciones fiscales (IRPF, IVA,
Sociedades, Sucesiones, IBI, Impuesto de circulación de vehículos, etc.), al
menos durante un tiempo, para las cooperativas, pequeñas empresas y personas
autónomas que permanezcan o se establezcan en el medio rural, priorizando las
zonas de riesgo demográfico.
Renta básica rural garantizada: otra propuesta
estratégica es garantizar por las administraciones una percepción económica de
carácter periódico a toda persona que resida en zona rural con menos de 25
habitantes por kilómetro cuadrado. Su finalidad sería garantizar unos ingresos
mínimos, correspondientes al mínimo vital que toda persona necesita para vivir
y su práctica supondría una cierta redistribución de la riqueza y un ingreso
económico complementario que aseguraría cierta independencia económica para
mantener un proyecto de vital en la zona rural.
Banda ancha rural: red pública de muy alta velocidad, que
rompa la brecha digital, cubriendo las necesidades de teletrabajo o trabajo
digital, comunicación, formación a distancia, promoción y comercialización de
la producción. Lógicamente, debería verse complementada con formación, apoyo y
asesoramiento digital y un desarrollo de la administración electrónica.
Banco público rural: creación de un Banco Público
Rural para facilitar créditos y apoyo financiero en condiciones ventajosas.
Servicio de transporte público de viajeros: bien
mediante demanda o bien con un servicio mínimo diario (en trayectos de ida y
vuelta). Superar el aislamiento y la dificultad de comunicación de las zonas
rurales es una de las apuestas fundamentales para repoblarlas. Además, rompería
el eterno ciclo de compra y consumo de vehículos particulares y reduciría el
nivel de emisiones contaminantes.
Zona rural sin fronteras: articular medidas para que
personas migrantes puedan habitar también los pueblos. Para ello se hace
necesario implementar planes de acogida de la población extranjera y medidas de
apoyo a su inserción en la zona rural.
Empleo y producción no deslocalizable: fomentar
cooperativas, pequeñas empresas e iniciativas autónomas que impulsen una
producción adecuada a cada zona: apicultura, piscicultura, ganadería,
aprovechamiento de recursos forestales y el monte, prevención de incendios,
herbolaria, pequeñas industrias de transformación de los productos, artesanía
local, etc.
Nuevas ocupaciones: que supongan creación de empleo
–de calidad, digno y con derechos–, relacionado con los recursos, la tradición
o el entorno. Impulsando sectores no vinculados únicamente a la agroganadería
tradicional, como pueden ser actividades no presenciales relacionadas con la
robótica, el diseño web, la videocreación, la programación informática o la
minería de datos, etc. Así como nuevos yacimientos de empleo relacionados con
la biotecnología, o con la utilización de drones para ver zonas geográficas
ganaderas o extensiones de cultivo, turismo alternativo como la
astrofotografía, la bioconstrucción, las energías renovables, la permacultura o
el reciclaje.
Red de comercialización y difusión: a la par, sería
necesaria la reactivación de los mercados locales de proximidad, que permitan y
faciliten la venta directa de productos de las zonas rurales, con tres medidas
complementarias: (1) sin coste de uso de espacio en ellos; (2) con campañas de
difusión; y (3) supresión o flexibilización de requisitos y medidas
burocráticas, pensadas para modelos industriales, que dificultan la venta
directa de productos agrícolas. Fomentando canales cortos de comercialización
cercana con el lugar de producción agropecuaria y de productos locales,
mediante el apoyo público a la creación de Cooperativas de Comercialización que
permitan la agrupación de la oferta y la venta directa a los consumidores y las
consumidoras, frente a las grandes superficies.
Consumo de proximidad: incentivar desde las
administraciones públicas los circuitos cortos de producción y consumo,
favoreciendo, a su vez, el empleo, la salud y seguridad alimentaria, y la
reducción de la contaminación al no tener que utilizar tanto petróleo en el
traslado desde otros países o puntos lejanos. Lo cual exigiría el fomento de la
cooperación entre productores y distribuidores, con los consumidores, así como
la creación de observatorios públicos de precios para evitar desfases entre
origen y destino, estableciendo la obligación de doble etiquetado con precio en
origen y precio de venta al consumo.
Formación en zonas rurales: un proverbio popular
afirma que cuando se cierra una escuela se abandona un pueblo, porque “un
pueblo sin escuela es un pueblo muerto”. Por eso es crucial que se garantice el
mantenimiento de escuelas abiertas en los pueblos, potenciando que puedan
seguir escolarizados en su entorno. Así como redes rurales de Universidades
públicas o Centros y Facultades de Enseñanza Superior con sus especialidades,
como en países como Holanda o Escocia, y centros de apoyo para quienes cursan
la totalidad o parte de sus estudios a distancia, incluso viviendo en las zonas
rurales más remotas, mediante las TIC.
Políticas de igualdad entre mujeres y hombres:
implementar medidas efectivas de acción positiva (tanto en el acceso a ayudas
como en la titularidad de las actividades económicas, en las cláusulas sociales
en la contratación pública o en la obligatoriedad de representación paritaria
en las cámaras agrarias y cooperativas) para combatir la masculinización del
medio rural, favoreciendo la igualdad entre hombres y mujeres, y apoyando
iniciativas en torno a los intereses y expectativas de las mujeres, que vayan más
allá de la prolongación de los roles de género tradicionales (turismo rural,
hostelería, elaboración productos tradicionales, etc.), creando redes de ayuda
mutua, cuidado y atención, teniendo en cuenta además la prevención y abordaje
de situaciones vitales como la violencia de género, las situaciones carenciales
o de necesidad social. Así como medidas sostenidas para la implicación efectiva
de los hombres en la cadena de cuidados y en la lucha por la igualdad en el
ámbito rural, puesto que el modelo patriarcal sigue predominando en el ámbito
rural.
Figura del “Repoblador/a Rural”: creación de esta
figura, que visibilice el importante papel de estas personas para evitar la
desertización del mundo rural y el mantenimiento del medio natural. Dotándolos
de un carnet que les dé acceso gratuito a museos, bonificaciones en transporte
público, cines, teatros, etc. Medidas de sensibilización, formación y
concienciación, acompañadas de campañas de valoración pública. Atraer
“neo-rurales”, nuevos pobladores y pobladoras, haciendo del mundo rural un
espacio agradable para que la gente viva allí, con servicios, cultura y
espacios de acogida. Urbanitas que quiere huir de la vorágine de la gran
ciudad, y muchas veces con el objetivo de vivir del autoconsumo o de envejecer
juntos.
Participación democrática: fomento de concejos,
asambleas vecinales, presupuestos participativos y mecanismos de participación
y control democrático en la elaboración, gestión, seguimiento, control y
evaluación de los Programas de Desarrollo Rural. Un modelo que recupera buena
parte de la tradición cultural y organizativa de los pueblos que, a través de
concejos, juntas vecinales, hacenderas, etc., fomentaba una solidaridad
compartida y colectiva donde los vecinos y vecinas se ayudaban y se embarcaban
en proyectos comunes de construcción, conservación y regulación de los bienes
comunales.
Servicios sanitarios y sociales garantizados: este es
uno de los elementos fundamentales. Garantizar planes comarcales de cobertura
de servicios públicos (Sanidad, Educación y Servicios Sociales) articulados por
las administraciones locales o bien de forma mancomunada. Potenciando servicios
sociales distribuidos, con dotación de recursos que permita una atención
personalizada. Impulso y creación de suficientes residencias públicas de
personas mayores en las zonas rurales que estén abiertas al entorno,
garantizando el derecho a la vida independiente.
Políticas Medioambientales. Puesto que las zonas
rurales además de ser espacios que evitan la desertización, mantienen paisajes
naturales y generan más oxígeno del que consumen, se propone implantar una tasa
medioambiental: cobrar por reciclar el CO2 que generan las grandes ciudades y
destinarlo a políticas medioambientales de conservación y restauración de masas
forestales y bosques supondría la creación de un buen número de puestos de
trabajo estables. Pero, además, hay muchas otras políticas medioambientales que
se podrían impulsar: el impulso de las energías renovables, la agricultura
ecológica, y apostar por el decrecimiento para aprender a vivir con menos (en
función de las necesidades y no de los deseos), para que todos y todas podamos
vivir mejor.
Políticas de impulso de I+D en zona rural: planificar
“micropolos” públicos de investigación y desarrollo tecnológico en zonas
rurales, que generen productos de alto valor añadido (desde carbón activo a
partir de residuos agrícolas, hasta nanoestructuras de carbono para la
industria metal-mecánica o aeronáutica, o grafeno luminiscente para ser usado
en materiales biológicos y en el análisis de células de tejidos) con la
colaboración de las Universidades Públicas y los centros de investigación ya
establecidos, creando redes de investigación e innovación. Es una apuesta
estratégica para la que se necesita voluntad política.
Desarrollo cultural: no solo podemos vivir de pan,
sino que también necesitamos rosas. Un espacio habitable tiene que ser también
amable, de manera que sea deseable vivir en él. Eso requiere también espacios
de encuentro y enriquecimiento cultural, de intercambio, pensamiento, creación,
arte, cultura y disfrute (bibliotecas, ludotecas, museos y arte, teatro, etc.)
gestionados por la propia población. Así como espacios de producción y creación
de expresión cultural, social y lúdica que entronque con el Arte y la Educación
Popular del pueblo y para el pueblo, que ponga en valor los propios recursos y
que integre a la comunidad. Al respecto, sería importante promover medios de
comunicación local públicos (radio local, prensa social, redes web de la zona, etc.)
como forma de aumentar la relación entre los vecinos/as, y de reforzar su
autoestima e identidad, así como implantar programas para la recuperación del
patrimonio monumental y las rutas culturales y ecológicas de las áreas rurales.
Creación de tejido social y redes de solidaridad:
mejorar la imagen de la realidad territorial del medio rural, poniéndola en
valor. Mediante estrategias de comunicación y difusión de esa realidad y de las
ventajas sociales, ecológicas, económicas y de vida de las áreas rurales. Así
como fuente de riqueza patrimonial, económica y medioambiental para el conjunto
del país. Promover acciones educativas que contribuyan a difundir la realidad y
los valores del medio rural, fomentando el tratamiento de esta materia en las
aulas, así como sensibilizar a la población en su conjunto de lo que aporta. Y
de cara al propio interior de las comunidades rurales desarrollar estrategias
que potencien poner en valor lo rural, así como la vinculación y la
construcción de los afectos con el mundo rural, la continuidad de los proyectos
y el asentamiento vital. Una ecología del cuidado y la atención solidaria ante
la soledad, ante las dificultades, potenciando encuentros periódicos de
convivencia, de formación, lúdicos y culturales, que conecten a la población de
pueblos de una comarca y ayuden a crear redes de encuentro y solidaridad.
Turismo rural sostenible: por último, cambiar el
modelo de turismo de interior, apoyado en los recursos naturales y
patrimoniales y compatible con la protección del Medio Ambiente.
Todas las medidas anteriores son parciales y limitadas, si
no se avanza simultáneamente en un cambio radical del modelo, planificando el
espacio rural al servicio del bien común. Para ello, un elemento clave es
asumir un “plan estratégico de Estado” frente al reto demográfico que
trascienda del problema para centrarse en estas soluciones ajustadas en un
desarrollo equilibrado, con una perspectiva a medio y largo plazo. Un segundo
elemento sería implementar un “pacto de Estado” de todos los grupos políticos
que fuera realmente efectivo y articulara estas medidas a través de cuatro
instrumentos básicos: instrumentos normativos, instrumentos administrativos,
dotación presupuestaria e implementación de propuestas concretas. El tercer
elemento clave e indispensable es implementar una dotación presupuestaria
mínima a medio plazo (con un horizonte de al menos 25 años), como inversión en
cohesión social y territorial y en fortaleza y sostenibilidad con el fin de
garantizar el derecho a la igualdad y a quedarse en la propia tierra.
Por tanto, hay que cambiar el actual modelo agrario por una
nueva forma de relación con la tierra, avanzando en un modelo de soberanía
alimentaria de acuerdo con los objetivos de sostenibilidad y seguridad
alimentaria. Solo será posible el repoblamiento si se dota a los pueblos de los
medios necesarios para que vivir en ellos sea agradable, cultural, emocional y
vitalmente, además de conveniente desde un punto de vista económico, ecológico
y social. Y esto será posible si hay voluntad política para hacerlo.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la
Universidad de León y María José Rodríguez Rejas es profesora de la Universidad
Autónoma Ciudad de México.