jueves, 5 de noviembre de 2020

 

¿Qué gana aquí cuando Trump no pierde allí?

La victoria, casi victoria, o derrota débil del republicano, como sucede en los USA, es una amnistía y un continuará a los grandes logros y dinámicas de las derechas esp

Guillem Martínez 5/11/2020

En el momento en el que escribo estas líneas Biden está ganando, como gana esporádicamente el Barça desde que Messi pasa de todo. Biden es, de hecho, la metáfora de un Partido Demócrata al que tampoco le interesó tener un psicokiller del área. Y que no le interesa la ideología en un mundo en el que la nueva derecha es pura ideología, intensa, cotidiana, revolucionaria, incluso. Y que ve en todo ello un periodo reconducible, cuando es algo con voluntad de permanencia. La democracia futura. Su fin. Si finalmente se confirma lo de Biden, será una presidencia demócrata chunga, con un presi que tendrá poco que decir, si bien no lo dirá como lo diría Trump, y con un Senado posiblemente en contra. Biden puede ganar, pero poco. O lo que es lo mismo. Trump puede no perder, o no perderlo todo. Una victoria, una derrota matizada, una derrota débil de Trump será algo influyente, por tanto, por aquí abajo. Y más si se piensa que el trumpismo patrio está muy repartido. Con matices, pero con solidez, afecta al pack PP-Vox-C’s –algo importante si pensamos que esos partidos son los emisores del constitucionalismo, asumido como normalidad democrática por cuerpos policiales y judiciales; incluso, todo apunta a ello, por el Jefe del Estado–, y afecta a amplios tramos del procesismo y su staff. ¿En que afectaría localmente la renovación de Trump, incluso si no es renovado? El presente articulete planteará algunos puntos, dinámicas nada nuevas, que podrían verse reforzadas y prolongadas.

LAWFARE. Lawfare es un término recientísimo. José Luis Martí fija su nacimiento en 2001, con ensayo anterior en los 70. Es la aplicación del derecho del enemigo. Es la aplicación de la ley, en un Estado de Derecho, a sectores, razas o ideologías, con criterios de enemigo. Esto es, desde un Estado de Derecho matizado. Tal vez, por tanto, terminal. Es la continuación de la política –trumpista– por otros medios. Una buena definición, si no fuera porque es la que hace Clausewitz hablando de otro producto alejado del derecho. La guerra. En USA, eso, que no es nuevo, ha ido a toda castaña en la época Trump. Al parecer, la Justicia será determinante para establecer, o no, la derrota de Trump. Lo que indica que el Lawfare continuará, incluso, sin Trump. Algo inquietante si se piensa que en Esp hay una guerra judicial del constitucionalismo contra el Ejecutivo, entre otros sujetos sometidos a Lawfare, como movimientos, posicionamientos y procesismo, ese trumpismo distinto y distante al del Deep State.

AUTONOMÍA POLICIAL. Quizás es consecuencia de lo anterior. Consiste en que los cuerpos de seguridad se atribuyen prerrogativas, en tanto defienden una idea política de la ley y de su propio oficio. Es perceptible en informes de la GC, sumamente arbitrarios, pero que pueden convertir una pelea de bar en un acto terrorista, o la corrupción ética y las mentiras de una élite local en un acto de rebelión. Es perceptible en la gestión del orden público, en la que aparece, otra vez, el concepto enemigo. Y, por lo tanto, el de amigo. Es perceptible en el nacimiento de Jusapol, un sindicato policial político, próximo a la extrema derecha. Es perceptible en la gestión policial –de todos los cuerpos; incluso los autonómicos y municipales– del primer estado de alarma, con puntas de alejamiento del Estado de Derecho. Es perceptible en la presencia policial en Cat, el biotopo del Estado, en este momento, con más policía dirigiéndote la palabra, y con perceptibles y frecuentes sirocos de violencia policial en manifestaciones no amigas/no patriotas.

 

NACIONALISMO. La democracia, ese punto que sólo fue practicable en el Estado, ahora parece que se deslocaliza hacia otra casilla. La nación. Es en la vivencia de la esencia nacional, sumamente informal, donde se produce el clímax democrático, de manera que no es necesario intensificar, incluso conservar, la democracia en su topos anterior. El nacionalismo, como vivencia sentimental y cotidiana, puede desplazar a la vivencia democrática, esa tensión entre derechos, no sentimental y también cotidiana. Sucede en los nacionalismos esp y cat –con sendos staffs enemigos, si bien trumpistas–, en los que se produce la confusión entre democracia y nacionalismo. El hecho de que Pedro Sánchez, hace dos elecciones, se presentara delante de una bandera tipo make the boina great again es sumamente inquietante.

ILEGITIMIDAD. Los gobiernos alejados del pack trumpista por aquí abajo son declarados ilegítimos, como lo es Biden. Son ilegítimos en tanto que extranjeros –la izquierda, incluso la más neoliberal, es un extranjerismo intolerable–. Haría reír si no hiciera llorar. Pero es algo cargado de futuro y que puede tener consecuencias en Esp, si pensamos que las tiene en Cat, donde ya hay dos expresi legítimos –no votados como tales; aparecieron en sus respectivas listas electorales a tomar por XXXX– y un presi que se tiene que autoproclamar vicepresi, o la nación esa le declararía ilegítimo y le correría a boinazos. En MAD Ayuso se declara esencia nacional, junto al rey, contra una suerte de comunismo internacional, que no existe desde 1989. Desde 1989 nunca jamás habrá un partido leninista. Pero no dejemos que esto afee la épica de la legitimidad.

En pandemia, Ayuso vivió en un apartamento cedido por un emprendedor, y diversos colectivos de emprendedores obtuvieron grandes beneficios por servicios sanitarios ineficaces

EMPRENDEDURISMO. Emprendedor es un neologismo. Es decir, no tiene por qué ser un empresario. Comúnmente son oficios indefinibles, o algo parecido a empresarios en negocios con el Estado. Es decir, sin posibilidad de negocio alguno sin el Estado. Emprendedor/empresario son palabras mágicas para el trumpismo, al punto que en esta campaña no sólo ha prometido aumento de puestos de trabajo, sino aumento de empresarios. Emprendedor/empresario es la palabra mágica del staff procesista. Evita dar detalles sobre el trabajo al que se debería aludir. Esta semana ha trascendido que diversos políticos y periodistas procesistas, emprendedores, tenían una empresa, que puede estar afectada por diversos casos de recalificación y de obtención de beneficios en pandemia. En pandemia, en la CAM, la presidenta vivió en un apartamento cedido por un emprendedor, y diversos colectivos de emprendedores obtuvieron grandes beneficios por servicios sanitarios ineficaces. La venta de test inservibles, o el uso  masivo y anecdótico de test, facilitados, vía comisión, por emprendedores, parecer ser un fenómeno en Cat y en MAD.

FAMILIA. El núcleo de poder de Trump es la familia, ese colectivo que no acostumbra a escribir memorias contra su propia familia. La incorporación de la familia al staff gubernamental suele ser un indicio de opacidad. En la Gene sucede desde 1981. Se ha intensificado con el procesismo, con la incorporación de familiares de presos y no presos en listas e instituciones. O, simplemente, en  cargos o trabajos. En Vox, la pareja es el biotopo. En el PP existe una figura ya casi penal: la esposa. Abnegada y callada como una infanta, lo firmó todo. No podría haberlo firmado nadie más. Salvo tu madre.

RACISMO E INMIGRACIÓN. Trump no es racista, sino que está en contra de todo aquello que atente contra la lengua y el modo de vida americanos. Lo que es una buena definición de racismo. Bajo esa lógica, son extranjeros los locales con otras lenguas y otras expectativas en la vida. Imagínate los inmigrantes. Los trumpismos esp y cat, así, están a favor de la inmigración, siempre que sea legal –Vox, PP–, o siempre que se integre en algo con muchas reglas –caso procesismo–. Es decir, no están a favor. En Esp, se dibuja la esencia nacional como lo contrario a lo musulmán. Sería feo, en todo caso, recurrir a otro pueblo semítico. En Cat han empezado presiones de una indignada clase media blanca contra trabajadores inmigrantes, inadaptados, dicen, que atienden al público en, por ejemplo, panaderías, y que no saben cat. Nunca contra futbolistas, o millonarios rusos, o árabes, por hablar de otros colectivos más monolingües que Los Chichos. El racismo es el clasismo, en fin, otra palabra tabú, al que el trumpismo da sinónimos.

NEGACIONISMO COVID. El desastre de la gestión Trump de la pandemia es una buena noticia para las derechas esp/cat. La mala gestión no pasa factura si la bandera es grande. El negacionismo –en Europa, un solo Estado, Hungría, y grupúsculos no muy grandes en cada país– no es sólo negacionismo. Es desinterés social y sanitario. Ausencia de planificación en CAPs, hospitales y residencias. Austeridad, pero beneficios a través de proveedores, de subvención a la privada, de adquisición de materiales inútiles –tal vez, incluso, vacunas inútiles; lo sabremos en breve–. Abandono de la pobreza, el principal factor covid, a sí misma.

FAKE. Todo este mundo radical, con aspecto de democracia radical, programática, popular, horizontal, contradictoria, sería difícil de ser considerado sin el fake. El fake  no es una mentira. Es una ficción basada en hechos reales, a los que se agrega sentimentalidad. Es una pieza imposible, con la que todo encaja en un orden inverosímil, nacionalista y conservador. Es el social-comunismo-bolivariano-Internacional que quiere dominar el mundo. Es el españolismo antidemocrático que integra a todos los cats que pasan del procesismo, en ocasiones sin integrarse en otro nacionalismo y siendo usuarios de la democracia radical. Es la Fox. Las Fox locales. Un oficio del siglo XXI.

EL LENGUAJE. En la moción de censura de Vox quedó patente que su nuevo lenguaje –el trumpista; eléctrico– no está ni se le espera. Tanta pasta, pa ná. La prolongación del trumpismo puede suponer una segunda oportunidad al respecto. Por lo demás, el nuevo lenguaje  –afortunadamente, sin genios del lenguaje locales– vive repartido, a la espera de crecer, en frases como “no me resigno a la pandemia” o “no em resigno a la pandèmia”, emitidas por Trump, pero también por Ayuso y Torra. Vienen a sentimentalizar inoperancia o inactividad ante la pandemia. O en frases sentimentales como el “I’m a good person, I’m a good President” de Trump, o el “sóc una bona persona, sóc una bona persona”, de Junqueras. A través de los tuits de Puigde, de rasgos estilísticos del presi de Murcia, de la resistencia revolucionaria de Ayuso frente al Estado Soviético Esp, este lenguaje tendrá una segunda oportunidad.

La victoria, casi victoria, o derrota débil de Trump, como sucede en los USA, es una amnistía y un continuará a los grandes logros y dinámicas de las derechas esp.

Guillem Martínez

Revista CONTEXTO

www.convivencia ysolidaridad.blogspot.com

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