ROCE Y PUENTE.
(Recuerdos de un amigo)Reflexiones sobre la cultura. Escrito en el año 2014
Propuesta de desarrollo de un programa de movilización
cultural i de formación de nuevas ciudadanías culturales en Cataluña y puede
servir ,como referencia, para toda España plural ,multicultural y diversa.
Movimientos
demográficos; efectos sociales
La inmigración es, desde hace más de cien años, la base del
crecimiento demográfico de Catalunya. “No es que la inmigración llegue
accidentalmente, sino que se cuenta de manera sistemática con la llegada de
inmigrantes. En este sistema, una parte de los habitantes son descendientes de
los anteriores i otra parte es inmigrada”.
Algo muy parecido nos expresan las historias de vida de una
gran mayoría de los catalanes actuales con raíces, propias o de sus
predecesores, en otros territorios de la península ibérica. Se ha hablado de
Catalunya como un crisol . También como un país abierto a los cuatro vientos,
un cruce de culturas i tierra de encuentros.
Maneras, todas ellas, de naturalizar lo que seguramente se ha
manifestado como un componente esencial para el desarrollo económico i urbano
de nuestro territorio.
Las ciudades catalanas han registrado a lo largo de este
último siglo diversas e importantes oleadas migratorias. De estas, la
inmigración de la segunda mitad del siglo XX proveniente del resto de España i
la oleada migratoria actual desde otros países son las más presentes en la
memoria colectiva. Las migraciones del siglo XX, cuyos asentamientos podemos
ubicarlos con la observación de la trama urbana de estas ciudades i en el
desarrollo de las periferias urbanas los años 60 y 70. También, en esta
inmigración, los encontramos
protagonistas en la formación de las nuevas clases populares y trabajadoras de
Catalunya junto a la población del campo que emigra a las ciudades o a las
áreas industriales. Protagonistas clave, por su acción política en el
desarrollo democrático y progresista de nuestro país y en la consecuente
movilidad social ascendente de una parte importante de sus descendientes. Más
adelante hará falta pararse en este proceso.
De la misma manera estamos en condiciones de situar sobre
los mapa de estas ciudades lo asentamientos de la población recientemente
llegada. No se ha producido, como resultado de la inmigración actual, la
construcción de nuevas periferias urbanas populares como las “unidades
vecinales de absorción” de antaño, pero sí un crecimiento urbanístico
generalizado de las ciudades medianas de la segunda corona de Barcelona y una
mayor localización de la población inmigrante allí donde el parque de viviendas
presentaba las mejores condiciones de precio de compra i de alquiler. Si la
media catalana de la nueva inmigración está en el 16%, sabemos de barrios de
Barcelona i del Área Metropolitana que registra el 35% i el 40%. Barrios que ya
fueron de acogida en épocas anteriores, o se formaron para dar cabida a la
inmigración del siglo XX i en los cuales están sucediendo procesos de
identificación i de relaciones vecinales que convendrá tener muy presentes como
partido o movimiento político.
Los cambios demográficos son, en Cataluña, la primera de las
señales que anuncian otros cambios sociales que serán más profundos, cuanto más
importante - en volumen y velocidad- hayan sido los movimientos poblacionales
que los inducen. Cambios que se suman o forman parte de la deriva general del
mundo occidental que promueve, o asiste, a los procesos de globalización y a la
revolución del conocimiento.
Aquí, los cambios en el comercio urbano, en la diversidad
religiosa o en la diversidad lingüística son la parte más visual de los que
está pasando ahora en nuestra estructura social. Pero, probablemente, el cambio
más importante ya se ha materializado. A partir del acceso, en general, por
parte de la población inmigrada a los puestos de trabajo menos remunerados; a
los que ya lo eran i a los que determinados sectores oportunistas de la
economía han devaluado justamente por la existencia de la inmigración, se ha
constituido una nueva clase trabajadora
que se añade a los sectores más populares autóctonos. Un grupo social que vive
muy cerca de los colectivos que no han seguido los procesos de movilidad social
–i de residencia- de los últimos tiempos o de la gente mayor, pensionistas, que
viven en el barrio que los vio llegar hace ahora 50 años. Hay que poner
especial atención a los jóvenes sin credenciales académicas de estos barrios que han sido
socializados en una relativa etapa de abundancia en el consumo y no en una
cultura del esfuerzo propio. Haría falta disponer de datos que avalaran esta
radiografía social realizada a simple vista, está claro, pero la observación
directa es muy significativa.
Una visión particular
de los procesos de acción política y cultural de la inmigración en la segunda mitad
del siglo XX en Catalunya.
Los cambios demográficos inducen cambios sociales,
culturales i políticos. Así ha sido en Catalunya el último cuarto del siglo XX.
Cambios que todavía perduran, con situaciones intermedias, de tránsito,
probablemente algunas inacabadas como la existencia de dualidades culturales en
determinados sectores de la población, pero con un balance que globalmente
tenemos que considerar positivo.
La primera cuestión
sobre la cual conviene interrogarse es qué pasó con las oleadas migratorias del
siglo XX; cómo se formo, entonces, una nueva clase popular i trabajadora en la
periferia de las ciudades –o en ciudades metropolitanas enteras- y cómo la acción política y cultural de este
colectivo ha sido fundamental para entender el desarrollo de Cataluña los
últimos años. También cómo ha sido la formación de sus dirigentes políticos, en
buena parte de los partidos políticos de izquierda y del movimiento sindical,
de las últimas décadas, desde la transición política.
Se ha escrito mucho de cómo se producen estas migraciones en
un contexto de pobreza y de dictadura del estado español. A grandes rasgos, se
trata de una inmigración que en otros países se origina en los entornos rurales
en dirección a las ciudades y a los territorios industrializados. El nuestro
es, sin duda, un contexto singular. Primero por la situación de la posguerra i
dictadura. Segundo, por la falta de infraestructuras y viviendas para acoger a
esta población. La ciudad informal, las chabolas, la infravivienda y la promoción
pública de polígonos de viviendas de entre 19 y 60 metros cuadrados en las
periferias urbanas que se construyeron en los años 50, 60 y 70, produjo barrios
nuevos enteros donde todo el mundo era de fuera. Otros pueblos del ámbito
metropolitano vieron como la especulación urbanística, y la presión de la
demanda, multiplicaron por mucho su
población transformándolos en ciudades mayoritariamente de gente inmigrada.
La formación de las nuevas clases trabajadoras industriales
y de servicios en estos barrios y ciudades fue acompañada también de procesos
de conciencia política y sindical que afloraron en las postrimerías del
franquismo y fueron muy activos en la transición con posiciones claramente de
izquierdas y de centro-izquierda. La democracia, i especialmente los gobiernos
progresistas, facilitaron el mayor progreso social y económico en España de los
últimos tiempos con la constitución del estado de derecho y del bienestar que
conocemos. En paralelo, las ciudades también gobernadas por la izquierda, inician
en los 80 i los 90 lo que ha sido la mayor transformación urbana a favor de la
calidad del espacio público y la cohesión social. Los barrios se dotan de
equipamientos públicos, de servicios e infraestucturas en un momento también en
el que los jóvenes provenientes de las clases trabajadoras acceden con más
facilidad a la formación universitaria.
El resultado de todo este proceso histórico es el registro
de las mayores tasas de movilidad social por una parte importante de la
población inmigrada o de sus hijos o nietos. En términos de progreso social, no
hay duda que hay un relato de éxito colectivo mayoritario. También hay, sin
embargo, sectores de la población que no accedieron a este progreso colectivo, especialmente la gente
mayor con pensiones bajas y en áreas urbanas degradadas.
De entrada, lo que se puede afirmar es que la acción
política, y la elección política, de las clases populares y trabajadoras,
también de buena parte de las clases medianas urbanas, ha producido una serie
de gobiernos con capacidad de generar una sociedad más justa y progresista que
permite un mayor bienestar a estas mismas clases trabajadoras. Y los dirigentes
que emergen de estos colectivos han sido fundamentales en todo este proceso
histórico. Hubo un gobierno de centro-derecha en la Generalitat durante muchos
años que hizo algo de trabajo, pero es la acción municipalista de la izquierda
y de los gobiernos en Madrid ,progresistas, el verdadero motor del desarrollo y
de bienestar más importante.
El otro gran ámbito a considerar es cómo funcionó “esta
máquina de hacer catalanes” que se afirma que es Cataluña. Especialmente
conviene analizar si la manera de hacer es la asimilación desde la cultura
dominante o si los nuevos catalanes fueron sujetos activos en la formación de su
nueva ciudadanía cultural.
Cataluña, sus instituciones, pierden con la dictadura la
capacidad de proteger la lengua propia, de defender su literatura, su música,
su creación artística y su cultura popular y tradicional. Hay en la posguerra
una persecución de los rasgos diferenciales y propios del fascismo uniformador.
Esto pasa aquí y del mismo modo en el resto de España.
Aparece, a medida que avanza la segunda mitad del siglo XX
un movimiento de defensa de la cultura catalana que se inscribe, se fusiona, o
como mínimo se alía, según cada territorio i cada sector en la lucha contra la
dictadura. Catalanismo y lucha por la democracia –o el socialismo- solidifican
estrategias de resistencia y de futuro en los años de la transición. Esto
contribuyó a la difusión de la cultura catalana en los sectores más politizados
y juveniles de la población inmigrada. El aprendizaje del catalán, la
recuperación de tradiciones populares y la reinvención de nuevas formas de
expresión festiva con parámetros tradicionales y originarios, fueron
acompañados de una importante efervescencia de la creación cultural,
inicialmente amateur, en el arte, el teatro, la literatura y la música. La
creación de las compañías de vanguardia, la nueva canción, la amplía difusión
de los autores literarios catalanes,... generaron muchos significados y reforzó
la dimensión simbólica de la cultura de pertenencia a un pueblo, a una nación,
para el conjunto de la población. También, para los sectores más activos de las
nuevas periferias. . De esta realidad se ha hablado mucho y está ampliamente
documentada.
En cambio, no se habla tanto de cómo la población inmigrada,
en estos años, también fue activa culturalmente. Básicamente porque no tenía
más remedio. Desarraigados de los pueblos de origen, habitantes en barriadas
sin servicios, sin tradiciones, sin ningún acontecimiento festivo y
cohesionador, algunos barrios no disponían ni de una toponimia conocida ni una
memoria histórica por aprender. Los recién llegados dotarse de recursos
culturales para su existencia. Recursos que fueran útiles y funcionales por
vivir en realidades caracterizadas por el desarraigo y la sedimentación
social. Mayoritariamente, lo que pasa a
los años 70, 80, es que hay un proceso de construcción de una ciudadanía
cultural absolutamente necesaria por dotarse, de entrada, de una identidad
simbólica, y posteriormente de una capacidad de expresión y de afirmación
creativa. Los jóvenes, recién llegados o nacidos aquí, no eran de allá -de los
pueblos originarios de la familia- ni eran de aquí. Este “no ser” sirvió de
base a una efervescencia de entidades culturales y sociales de muchas clases.
Algunas, con influencia de las entidades tradicionales de la cultura popular
catalana, otras en el excursionismo, muchas de carácter vecinal, otras por
constituir grupos, a veces familiares, de las regiones de origen. Entidades y
tramas sociales informales que actuaron como potentes agentes de socialización
cultural. Aunque con resultados diversos y en muchas ocasiones sin continuidad
De este proceso conviene destacar cómo la cultura incide en
la conducta social y en las estructuras sociales en una relación de influencia
mutua. La cultura sustenta, legitima, y alimenta la estructura social pero si
el sustrato estructural de los rasgos que conforman una determinada cultura
desaparece, lo más probable es que estos desaparezcan o se transformen para dar
pie a una nueva cultura más eficaz y funcional por el individuo en relación a
la nueva estructura social. Esto es lo
que sucedió con la población inmigrada que tuvo que dotarse de una nueva
ciudadanía cultural, de hecho, de varias ciudadanías culturales para crecer en
una Catalunya moderna - después post-moderna -, urbana e industrial.
Los rasgos, los elementos cognitivos, los valores, las
normas y los signos de las culturas de origen estaban estrechamente atados a
las estructuras sociales -rurales- de procedencia. Los primeros años de la
llegada de la inmigración se usaron los códigos y signos culturales en los que
habían sido socializados originariamente. Por otro lado, el franquismo ya se
encargó, como estrategia frente la cultura catalana, de exaltar el folclore
regional. Posteriormente, los códigos y signos primigenios se permeabilizan de
lo que ofrece la sociedad de acogida y se produce una transformación de los
sujetos y también, a la vez, de su entorno. Esto no excluye que haya sectores
de la población inmigrada que conserve espacios de relación con sus orígenes.
Sea a través de entidades regionales, escuchando emisoras próximas, escuchando
música que consideran como propia aunque sea canción española contemporánea,
siguiendo la vida del pueblo, escogiendo determinadas cadenas de televisión,...
pueden mantener espacios culturales propios perfectamente compatibles con el
aprendizaje del catalán por parte de sus nietos, el aprendizaje de nuevas
tradiciones o lo que es más importante, sentirse parte de un colectivo que
avanza progresivamente.
Cabe recordar que las casas regionales, las sociedades
locales folclóricas, las federaciones que se crearon posteriormente, hicieron
también de base del puente para la construcción de una nueva ciudadanía
cultural. Otras personas hicieron un proceso de asimilación y de socialización
cultural en las recientemente estrenadas manifestaciones populares de raíz
catalana. Esto pasó especialmente en ciudades y municipios pequeños con una
gran densidad asociativa en forma de sociedades, ateneos, creación amateur,
etc. También un sector de la iglesia catalana, y durante unos años, tuvo un
papel muy relevante en estos procesos de socialización, especialmente entre los
jóvenes de familias inmigradas y creyentes por la vía del escoltismo, los
movimientos especializados y las parroquias. Actuaron igualmente potentes
proveedores de identificación simbólica, el deporte en general, el Barça y el
Español, y el deporte amateur, los sindicatos, los propios partidos políticos
fueron activos en la construcción de toda esta nueva ciudadanía cultural.
La gran mayoría de la inmigración del siglo XX ha encontrado
su acomodación en un imaginable contínuum cultural entre el pasado y el
presente. Y, lo más importante, es que con esta acomodación han sido
transformadores silenciosos de la realidad. La afirmación política e
intencionada de que “es hora de reconocer como catalana toda manifestación cultural
de los ciudadanos de Catalunya” que es
la mejor manera de reconocer la existencia de varias ciudadanías culturales
catalanas
En Barcelona y en las ciudades metropolitanas aparecen otros
movimientos que proveen de recursos culturales a los jóvenes y muy
especialmente a los jóvenes que ya son segunda generación. Los movimientos
musicales internacionales, el rock y el pop en castellano que se crea en
Catalunya, las culturas urbanas europeas,... que constituyen la fuente de la
ciudadanía cultural para estos jóvenes. El estudio de Jordi Nofre, publicado en
la Fundació Campalans en 2007 describe como hay todavía ciertas dualidades culturales
entre los jóvenes en Catalunya y resistencias a las propuestas que reciben el
apoyo de las instituciones públicas. . No estamos en condiciones de decir que
el proceso se ha cerrado del todo desde el punto de vista del desarrollo
cultural del conjunto de la población. Sólo podemos afirmar que en Catalunya
hubo un proceso migratorio que generó unas determinadas estrategias políticas y
culturales del conjunto de la población, también de la inmigrada, que ha dado
como resultado una sociedad globalmente cohesionada
Sabemos, en resumen, que desde las culturas originarias de
la población inmigrada se produjo un proceso de aculturación, es decir, de
síntesis que ha dado los resultados que conocemos. Pero no debemos perder de
vista que hay otros sistemas culturales muy potentes que operan en nuestra
sociedad como es la denominada “cultura occidental”, es decir, la cultura
científica, del conocimiento y del cultivo de las artes, el laicismo, la
democracia,... que también está sujeto a importantes tensiones por la
globalización
¿Qué funcionó i qué
no funcionó a favor de la cohesión social y cultural?
Estamos elaborando una reflexión que apoye a un conjunto de
políticas del partido. Queremos favorecer la integración de la inmigración, la
construcción de más y nuevas ciudadanías culturales y políticas activas que
encuentren en el partido o movimiento
político de referencia. Además, lo queremos hacer desde la responsabilidad de
producir una sociedad catalana cohesionada, tolerante y progresista. La
experiencia de los años anteriores nos debe ser útil. Conviene analizar qué
factores, qué elementos, más allá de la experiencia vital de sus protagonistas,
fueron positivos y determinantes en aquella época y explorar las posibilidades
de ponerlos de nuevo en marcha.
El hecho migratorio comportará irremediablemente la
construcción de esta nueva ciudadanía cultural. En la sociedad dónde han venido
no podrán aplicar todos los aspectos culturales de las sociedades de origen. No
se pueden crear subsistemas en forma de burbujas culturales de larga duración,
exclusivamente con los materiales de la cultura de procedencia. Hará falta que
incorporen, como mínimo, nuestras lenguas, nuestros valores y normas sociales y
los procedimientos fundamentales para vivir y trabajar en Catalunya, sin
renunciar, como hemos dicho, a sus raíces.
Está claro que la cultura y la estructura social
interaccionan y se condicionan mutuamente. Y lo hacen en el sentido de que la
cultura debe ser funcional para vivir con éxito en una determinada estructura
social. Entendemos por vivir con éxito el ser reconocidos como ciudadanos de
Cataluña, acceder a mejores oportunidades laborales y a procesos de desarrollo
académico y de mejora de la renta. La población recién llegada incorporará, si
los tiene a su alcance, los elementos y los aspectos culturales que le ofrezca
la sociedad catalana y que consideren y evalúen como necesarios por este éxito.
Este será un proceso inequívoco siempre que, efectivamente, la sociedad
catalana provea de oportunidades a sus ciudadanos. Ha sido el primer factor
clave en el proceso migratorio de la segunda mitad del siglo XX. Con
oportunidades hay integración cultural y, especialmente en las segundas
generaciones ya nacidas en Cataluña.
Si nuestra opción política contemplara sólo que la población inmigrada logre este
grado de integración y de aculturación - de síntesis con las culturas
presentes- el resultado seria una sociedad de formato multicultural. Cada cual
en su grupo y con los aprendizajes mínimos para convivir pacíficamente.
No es el caso. Queremos ir más allá con la estrategia de
facilitar puentes de relación y de contacto entre las culturas de origen y lo
que sin duda será una nueva realidad cultural en Catalunya. Esta tendrá en su
núcleo duro los rasgos más permanentes e invariables de nuestra cultura -la
lengua, las instituciones, la historia y la memoria colectiva- y sobre la cual
se incorporarán nuevos rasgos y nuevos signos culturales, provenientes de la
nueva población tal y como ha pasado en etapas anteriores. Podemos hablar de un
espacio cultural nuclear y de una cultura en construcción siempre abierta, de
un “work in progress” cultural. En este sentido hay que tener presente el papel
del catalán como lengua propia de Cataluña y la necesidad de difundir su
conocimiento entre el conjunto de la población del país como signo de
identificación común. Sin pretender invadir el campo de la política
lingüística, tres aspectos aparecen como significativos en este sentido :
conocer no quiere decir necesariamente hablar el catalán sino sobre todo
comprenderlo, y permitir así la generalización de su uso, como un primer caso y
como puente para aprendizajes más profundizados; Cataluña es una sociedad
bilingüe en la que el castellano tiene y tendrá una presencia muy general y
esta lengua hay que verla como un puente hacia el catalán, como un aliado y no
como un adversario ; y por último hace falta ampliar los ámbitos de uso del
catalán, también en el campo de la cultura popular, entendiendo que muchas
expresiones de ésta pueden tener diferentes vehículos lingüísticos , situación
que ya tiene antecedentes históricos (la rumba catalana, las habaneras), que
quizás haría falta extender con algo de audacia (¿porqué no sevillanas en
catalán? ¿o jotas, más allá de las del Ebro? ¿o salsa?). En este sentido de
potenciar el uso social del catalán, debemos fomentar que las culturas urbanas,
como por ejemplo el hip hop, vehículo de expresión de la juventud, utilice
también el catalán (“rapear en catalán” es todo un reto y una herramienta de
cohesión).
Para llegar a una sociedad intercultural, y cohesionada, es
necesario ofrecer elementos para la dotación de un capital simbólico para la
construcción de la identidad y de los procesos de identificación. Y esto no es
posible desde las barreras culturales. Al contrario, se hacen desde los
puentes. Y los puentes quieren decir que reconocemos la cultura del otro, sus
creencias, y desde este reconocimiento lo acompañamos política e
institucionalmente hacia nuevas formas culturales que los capacite en sus pautas
de acción social. Es lo que ya estamos haciendo, y quizás no lo hacemos lo
suficiente, de ir a sus celebraciones, de compartir sus tradiciones originarias
incluso su diversidad religiosa con la que debemos manifestar respeto y
comprensión para, poco a poco, ser presentes (y presentarles) otras realidades.
Es justamente en esta dimensión dónde hace falta promover,
los partidos de izquierda y progresistas y desde las instituciones, una segunda
movilización cultural en Cataluña de sus agentes públicos, privados y
asociativos, y un nuevo impulso a la creación amateur y profesional en nuestras
ciudades. Pero no en el sentido que lo
está intentando CIU desde la Generalitat. “Al fin y al cabo dejaba
entrever la voluntad, desde la Generalitat de Catalunya de entonces, de
importar la acción sociocultural de la ciudad central hacia las periferias
urbanas. Se trataba de establecer un proceso de transferencia de cultura
catalana, novecentista, adaptada discursivamente y semánticamente al periodo
finisecular democrático en el siglo XX hacia aquellas áreas suburbanas y peri
urbanas dónde especialmente la población residente era de origen no catalán”.
Considerar de entrada fuerzas centrífugas y amenazantes las
culturas foráneas fue un error político que todavía abrió más la brecha
cultural. Más tarde aquello de “catalán es todo aquel...” fue el único gesto de
reconocer una realidad que, por otro lado, era incuestionable. El error de la
derecha nacionalista fue no darse cuenta de que existía una cultura de origen
que les resultaba útil y funcional en muchos aspectos y no establecer los
puentes de comunicación que sí hicieron los partidos de izquierda y ,el movimiento
social y los diferentes movimientos sociales,.
El tercer factor que funcionó fue el reconocimiento y la
formación de los dirigentes sociales y políticos de la nueva población. Un
reconocimiento que se hizo a todos los niveles. Desde los ayuntamientos, desde
el partido, desde las entidades. El proceso de constitución del nuevo
socialismo catalán fue acompañado de la incorporación de nuevos dirigentes,
especialmente y al principio, en los ámbitos municipales y ahora al conjunto
del partido. Un colectivo de inmigrantes movidos por la pobreza que toma
conciencia de clase trabajadora y popular y es capaz de adaptarse culturalmente
a una nueva sociedad también ha sido capaz de formar sus propios dirigentes y
gobernantes. Y detrás de todo este proceso, en gran parte los partidos de
izquierda y progresistas..
Hacia una propuesta
de acción política de movilización cultural
Rememorar la propia historia y contrastarla con las tesis
sociológicas de la dinámica de la cultura es una buena manera de proponer una
acción política. A nuestro entender, claro está. Hemos detectado los tres
factores clave -y un error- que nos pueden ser útiles en la propuesta.
Primero que, necesariamente, en la población en general y en
la población inmigrada en particular, la dinámica de la cultura lleva a
procesos de difusión cultural y de aculturación así como a la formación de
capital simbólico útil y eficaz para la existencia en sociedades adelantadas.
Habrá, de hecho ya existe, un proceso de intercambio de rasgos y signos entre
unas culturas y otras en Catalunya. La cuestión a plantear es si este
intercambio tiene la suficiente consistencia en estado natural o si es
necesaria la intervención política y pública que lo favorezca. La experiencia
nos dice que es necesario facilitar los puentes del intercambio. Aquí hay campo
para correr.
Segundo, habrá cohesión social, integración y ciudadanía
cultural catalana si hay reconocimiento de las culturas de origen y si hay
equidad en las oportunidades hacia el conjunto de la ciudadanía. La nueva clase
popular, trabajadora debe tomar conciencia de que deberá ser un sujeto político
activo para conseguir el progreso tal y como lo hicieron las poblaciones
inmigradas en el siglo XX.
Tercero, hay que abordar el reconocimiento y la formación de
dirigentes sociales y políticos entre la nueva inmigración.
Ahora hace falta dar un paso más. De hecho, las propias
entidades de inmigrantes ya lo están realizando. Si en un principio estas
entidades nacen con la intención de proveer con asesoramiento a los asociados,
de “defensa” de los intereses propios, cada vez más se están transformando en
entidades culturales, en la dimensión inicial del capital simbólico de la
identidad, pero también en la promoción de la cultura popular y de experiencias
de nueva creación. Los medios escritos, los programas de radio, los de TV, las
muestras de arte popular y las que vendrán de arte contemporáneo,.. son
propuestas que van más allá de la función básica de la pertenencia, son
expresiones creativas que apelan al reconocimiento de la nueva ciudadanía
cultural tal y como hicieron las anteriores oleadas migratorias.
La propuesta de trabajo es promover una movilización
cultural generalizada que ofrezca a la nueva población la posibilidad de
ejercer su ciudadanía cultural y sea reconocido como tal, también por sus
capacidades creativas, con canales para la aportación personal y colectiva. Una
movilización que opere desde los gobiernos de la vida cotidiana, que son los
ayuntamientos y desde las entidades y las asociaciones culturales. En el
primero de los operadores, debemos proponer actividades y políticas
innovadoras, en los segundos, la complicidad y la oportunidad de abrirse a
nuevas actividades y de ser permeables a las nuevas aportaciones. Las culturas
rígidas, poco permeables a los cambios que la estructura social y la historia
les proponen tienen escasas probabilidades de perdurar en el tiempo. Las
culturas flexibles, permeables son las que consiguen mantenerse a lo largo de
los años. La cultura catalana ha demostrado ser permeable a los cambios aunque
a veces desde las instituciones se han puesto barreras a esta capacidad de
acoger y de dejarse impregnar por otras realidades.
Una movilización pública para una nueva ciudadanía cultural
en Cataluña es una propuesta política posible que ya empezado.
Políticas
En los últimos años, se han definido dos modelos básicos de
desarrollo cultural de la sociedad. Uno,
las denominadas políticas para la democratización de la cultura, que quiere
decir poner al alcance de la ciudadanía el acceso a los bienes y a los
contenidos de la denominada cultura culta. De hecho, las bibliotecas, los
teatros y las salas de exposiciones son instrumentos clave de la difusión de lo
que denominamos la cultura universal con un peso importante de la cultura
occidental.
El otro modelo de desarrollo cultural que pueden emprender
los ayuntamientos es el fomento de la democracia cultural, es decir, poner en
valor la cultura popular, amateur, no profesional que emerge desde la
ciudadanía y que no dispone ni de circuitos, ni de espacios de promoción. Si la
democratización de la cultura es difundir, educar y cultivar la sensibilidad artística
y el conocimiento; la democracia cultural es promover la cultura que se crea
socialmente, la memoria popular, el arte y el conocimiento que producen las
nuevas generaciones, las actividades de las entidades y las asociaciones....
Una y otra deberán ser las dos estrategias fundamentales de una política
cultural que asuma el compromiso ético que proponía José Antonio Marina en una
conferencia reciente a regidores y regidoras, en que resaltaba que su función
no era la de gestionar mejor los equipamientos, sino un compromiso ético con el
desarrollo cultural de la ciudadanía. Más cuando debemos considerar como
sujetos fundamentales de estas estrategias a las nuevas ciudadanías.
Un primer eje de actuación de las diferentes
administraciones, a ser posible de manera coordinada, debería ser la promoción
de la cultura popular y la democracia cultural en todos sus aspectos
fundamentales: apoyo a las entidades, apoyo a la producción y apoyo a los
circuitos de difusión no profesional. Una movilización de las administraciones
que tenga presente que en toda esta actividad deben aplicarse las estrategias
de los puentes y la integración con la población inmigrada. Y aquí se pueden
promover toda clase de actividades de cultura popular, sólo a modo ejemplo,
música y canto coral con piezas y cantos de varios países, muestras de vestidos
y de artesanía, muestras de pintura, participación de los bailes populares de
otros países en pasacalles, espectáculos amateurs, ... se trata de dar valor a
la pequeña actividad que convoca la ciudadanía día a día en su preparación, que
con ella se reconocen como grupo, en definitiva, de promover que las entidades
civiles también tengan presente los nuevos vecinos. Y también estar al servicio
de la nueva creación que está llegando, de las nuevas formas artísticas e
intelectuales. Los centros cívicos, que desgraciadamente, muchos de ellos no se
encuadran habitualmente como equipamientos culturales, pueden ser un escenario
idóneo para esta actividad. Sin embargo, antes deberán ser considerados parte
de la red de equipamientos culturales y formar parte de estas estrategias antes
mencionadas. Además, será necesario que desde las Áreas de Cultura de cada
ayuntamiento se pueda ser interlocutor de las entidades de cultura popular y no
sólo desde los ámbitos de las áreas cívicas o de relaciones ciudadanas. Una
relación que debería formar parte de una estrategia global, coordinada con las
estrategias y las políticas de ciudadanía, pero especialmente presentes también
en los presupuestos de la cultura.
La segunda de estas políticas es fortalecer la trama
asociativa y especialmente la de las poblaciones recién llegadas a nivel local.
Hay experiencias que están funcionando muy bien, acuerdos institucionales con Fundaciones,ONGS,
Asociaciones y entidades diversas, etc, para apoyo a microproyectos de
convivencia. Deberíamos disponer de una fundación con capacidad presupuestaria
para incidir en micro actividades culturales en barrios. Hay energía social,
capital social, para producir múltiples iniciativas de mezcla cultural, de
fusión, pero no tienen los mínimos recursos para su funcionamiento. Una
Fundación, o un instrumento similar, de Fomento de la Cultura Popular, con una
dotación presupuestaria anual suficiente podrían orientar una tipología de
actividades integradoras. Actualmente, las subvenciones a las entidades, lo son
por actividades ya consolidadas o para el mantenimiento general de la entidad.
Aquí la idea no es subvencionar entidades sino subvencionar proyectos
concretos.
Otra política de apoyo a las entidades es la constitución de
órganos de participación de las entidades culturales de todo tipo a partir de
la experiencia del Ente de Comunicación Asociativa como una organización de
segundo grado y de servicios.,a nivel local o más amplio, generando espacios
que dispongan de equipamiento de préstamo, de expertos en gestión y en
comunicación asociativa, que gestionen espacios de difusión artística amateur,
complementando las actividades de los centros cívicos y de los centros
polivalentes con la provisión de servicios a las entidades.
Una tercera política debería ser la de promoción del
asociacionismo cultural entre la población inmigrada, consolidando al mismo
tiempo las asociaciones de cultura tradicional y las que tienen como referencia
la cultura popular con raíces en el resto de España. Hay que hacerlo tanto a
nivel local como a nivel de federaciones, ayudando en la programación de
actividades y en la formación de dirigentes. Un aspecto básico de la
movilización cultural que proponemos, como ya hemos dicho más arriba, es el
impulso al establecimiento de contactos y a la generación de actividades
conjuntas entre las diferentes entidades -a nivel local- y federaciones -a
nivel de Cataluña -, de los tres ámbitos que más arriba relacionaban: el tradicional,
el correspondiente a la cultura popular con raíces al resto de España y el de
la inmigración más reciente. Estas actividades y contactos de roce, tendrían
que ser apoyadas especialmente por las instituciones, y podrían tener en el
futuro alguna organización de coordinación de tipo confederativo.
La cuarta es la política de visibilización, con naturalidad,
de la población inmigrada en los hechos culturales y en los medios de
comunicación. Con respecto a los hechos culturales debemos tener en cuenta sus celebraciones
festivas que muchas veces no concuerdan con lo nuestro ni en el tiempo ni en
contenidos y que tendremos que asumir para garantizar esta visibilidad. El
apoyo a iniciativas mediáticas y audiovisuales así como el fortalecimiento de
medios de comunicación específicos deben formar parte de esta política. También
debemos tener presente la formación de referentes para la inmigración entre sus
propios colectivos. Una quinta es la movilización de los agentes de la
socialización por excelencia que es la escuela y también la práctica deportiva.
También los sindicatos y las empresas. Movilizar quiere decir acción política
en los sistemas que dirigen estos ámbitos para una mayor sensibilidad en la
formación de ciudadanías. En la escuela ya se trabaja y aunque con dificultades
en los próximos años veremos los resultados del trabajo de integración y de
normalización que se está realizando. Cabría plantearse seriamente, como
todavía no se ha hecho, el enorme potencial que tiene la práctica deportiva de
base.
Estas son una muestra de las posibilidades de trabajo que
formaría parte de esta denominada movilización cultural. El problema, en estos
momentos, no es la capacidad de idear actividades, ni la carencia de redes de
conocimiento entre los ayuntamientos y otras instituciones y las entidades; el
problema fundamental son los recursos y los programas que hagan de
infraestructura. Convendría tomar decisiones políticas para proveer de
financiación adecuada a las políticas de movilización cultural que se proponen,
que por otro lado, tampoco son cantidades desorbitadas si las ponemos en
relación al coste global de las políticas culturales. La última de las
estrategias, o de las políticas, seria implicar las grandes instituciones
culturales del país -TNC, Auditorio, Museos Nacionales, CCCB, Libre, Liceo,
Palau de la Música,...- en un esfuerzo también de promoción de la democracia
cultural.
Conclusión final
La inmigración conllevará efectos políticos, sociales y
culturales en Catalunya los próximos años. Hay que iniciar trabajos de liderazgo, de acompañamiento de
estos procesos y está por desarrollar el proceso de formación de una nueva
ciudadanía cultural. Esta nueva ciudadanía surgirá irremediablemente desde la
interacción entre las culturas de origen y la estructura social catalana. Tal y
como pasó hace ahora unos años. De aquel proceso aprendimos que la movilización
cultural, que la estrategia de puentes y de contactos que se aplicó ha sido
clave para nuestra cohesión social y cultural. De hecho ,podemos ,ser el mejor
puente político entre varias realidades de aquí su capacidad de representar
mejor que cualquier otro partido la realidad social de Cataluña. También
sabemos que la formación de una trama asociativa desde el respeto a las
tradiciones originarias y la formación también de nuevos dirigentes fueron
fundamentales para explicar los buenos resultados del conjunto del proceso.
Ahora, conviene diseñar políticas culturales que relacionen
las tres capas de la cebolla que configuran nuestra cultura popular catalana. Que
todo el mundo forme parte del núcleo duro de esta cultura y que todo el mundo
pueda libremente desarrollar e influenciar al resto de la sociedad des de una
nueva ciudadanía cultural. Políticas que fortalezcan los ayuntamientos, la
democracia cultural, las entidades y los microproyectos. Estamos hablando de
políticas de proximidad donde los ayuntamientos tienen un papel fundamental.
Para conseguirlo es necesario aplicar un modelo de trabajo transversal, con una
visión holística, que sea integrado, integral e integrador. Debe tener presente
la generación o la consolidación de redes con los agentes locales. No debemos
perder de vista las tres capas que antes hemos definido así como el desarrollo
de políticas de participación ciudadana. Políticas de visibilización, de
promoción de dirigentes entre la población recién llegada y de implicación de
los medios de comunicación y las instituciones culturales de Catalunya.
Mi amigo lo escribió
en el año 2014
www.convivenciaysolidarida.blogspot.com