El
panafricanismo es real en las redes sociales
El Este es el 'hardware' y el Oeste es el
'software', pero se avanza siguiendo el rumbo que marcan los usuarios africanos
Nairobi 3 MAR 2016 -
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“No miramos ni hacia el este, ni hacia el
oeste, miramos hacia delante”. Estas son las famosas palabras del presidente
ghanés y padre del panafricanismo, Kwame Nkrumah, que suscitan una importante
reflexión cuando se observa en su conjunto el continente más de medio siglo
después. En esa frase se esconde un momento de pausa. Fijémonos en las redes
sociales, tal y como las conocemos: están en todas partes. La experiencia
cambia según el idioma, una de las formas de dividir el mundo, y también
África. Y, sin embargo, las redes sociales a través de las que nos conectamos
son un denominador común en España, en Sudáfrica, en México o en Madagascar.
Las redes sociales significan, en África, que
estamos mirando hacia el “oeste”. Consideremos todos los sitios web más
visitados en el continente: Google, Facebook, YouTube y Yahoo. Todos tienen su
sede en la soleada California, EE UU, y forman parte de la lista de gigantes de
Silicon Valley que cada vez crecen más. En 2015, la directora de operaciones de
Facebook, Sheryl Sandberg, comentaba que la “mitad de los usuarios de Internet
africanos —120 millones de personas— ya están en Facebook”.
Si observamos cómo se conecta el continente a
estos sitios web, comprobamos que los teléfonos móviles están impulsando el
proceso de conexión. En el “continente en el que solo se utiliza el móvil”,
como afrima el escritor Toby Shapshak, el teléfono permite acceder a diversos
productos y servicios públicos, así como al ocio y a la comunicación.
La GSM Association, la asociación mundial de
redes de operadores de telefonía móvil, ha señalado que la aportación de las
redes de telefonía móvil a las economías del África subsahariana era de cerca
de 100.000 millones de euros, o el 5,7% del PIB. Ahora que los servicios de
telefonía móvil de banda ancha de tercera generación (3G) aumentan y que la LTE
(4G o cuarta generación) se capta en las ciudades, las empresas de
telecomunicaciones se convierten progresivamente en la opción más popular y se
vuelven necesarias para Internet.
En lo que se refiere a estas empresas de
telecomunicaciones y a sus infraestructuras, se observa que dos gigantes de las
telecomunicaciones chinos —Huawei o ZTE— prestan servicios de comunicaciones en
50 de los 54 países africanos, y para más de 300 millones de africanos. Parece
que el Este se ocupa de las infraestructuras básicas, mientras que el Oeste
presta los servicios colectivos e interactivos de Internet a los africanos.
El
panafricanismo es real en las redes sociales
Facebook
Los aparatos portátiles, que superan a los
ordenadores en una proporción de cuatro a uno, proceden principalmente de China
y se fabrican allí. Aunque hoy en día esto es bastante frecuente en cualquier
otra parte del mundo, en los últimos cinco años África se ha convertido en un
mercado prioritario para empresas como Tecno, que se centra exclusivamente en
el mercado africano y que cuenta con una fábrica de montaje en Etiopía. En
enero de 2015 envió siete millones de aparatos al continente. Actualmente, un
número cada vez mayor de marcas sigue esta estrategia y se centra únicamente en
el consumidor africano en lo que se refiere a los aparatos y a los componentes
electrónicos.
Por tanto, es probable que un africano actual
en una capital, ya sea Maputo, Mombasa, Luanda, Livingstone, Ciudad del Cabo o
El Cairo, utilice un teléfono fabricado en China, quizás incluso por una marca
china, y se conecte a una red de telefonía móvil que funciona con
infraestructuras chinas para pasar su tiempo y utilizar sus paquetes de datos
en una red social estadounidense.
Pero, recordando las palabras de Kwame
Nkrumah, esto no es un problema, porque los africanos no son meros consumidores
inactivos, sea cual sea el contenido que provenga de uno de estos dos lugares.
Los africanos crean contenidos para ellos mismos. En Twitter, por ejemplo, hay
cinco países en África con trending topics (tendencias) locales, y hay docenas
que se difunden ampliamente cada día y que son tendencia.
En el ámbito de las empresas de reciente
creación, todas las semanas hay anuncios de aquellas que consiguen financiación
para iniciar esta nueva era que capta la atención de los africanos conectados.
El Proyecto Isizwe en Sudáfrica trata de impulsar el derecho a la conectividad
a través de un Wi-Fi municipal gratuito, apoyado por el Estado y financiado
mediante impuestos, en el que cada ciudadano dispondría de una cuota. Sus
hábitos y su consumo de música local, de vídeos y de contenidos religiosos son
asombrosos.
Los cables de fibra óptica llegaron por
primera vez a Kenia en septiembre de 2009. Nada más llegar, el aumento de la
conectividad provocó una caída imparable de los precios y, al mismo tiempo, dio
pie a la apertura del primer espacio para tecnólogos —el iHub— tan solo seis
meses después.
Hoy en día, el continente cuenta con más de
100 centros, laboratorios y aceleradores tecnológicos. En cada uno de ellos, el
objetivo es solucionar la necesidad de espacio físico para que la gente tenga
asegurados los elementos básicos de la empresa digital, como la electricidad e
Internet (y la mayoría de ellos también tienen una fantástica máquina de café).
Estos recursos les proporcionan una base desde la que pueden explorar proyectos
para resolver problemas o satisfacer las necesidades de sus compatriotas y del
continente.
Sin embargo, uno de los problemas que han
surgido a lo largo de los cinco últimos años para estos centros, laboratorios y
aceleradores es que las necesidades han cambiado y, más concretamente, las
necesidades de los creadores, las del mercado y las de los ciudadanos.
Por ejemplo, en 2009, los creadores
—desarrolladores, diseñadores e ingenieros de programas informáticos— se
reunían fuera del horario laboral en salas de juntas y en Internet, a través de
foros y de chats. Los tecnólogos llamaban “cafeterías” a estas oficinas a
tiempo parcial, porque intentaban encontrar un equilibrio entre sus trabajos
con horario de oficina y las nuevas empresas que estaban creando.
Posteriormente, en Nairobi, se crearon iHub,
Nailab, Growth Hub, 88mph (ahora Nairobi Startup Garage), iLab y muchos otros.
Y de todos ellos surgieron desarrolladores, diseñadores, emprendedores y
miembros con ideas de la clase creativa. La tendencia de crear espacios físicos
se extendió más allá de la tecnología, y llegó a las artes creativas y al
sector inmobiliario (como se puede apreciar por las adquisiciones de
propiedades y los distritos creativos de Maboneng en Johannesburgo, Sudáfrica).
La pregunta, por tanto, es: si tienes una gran
cantidad de espacio, quizás hasta el punto de la saturación, ¿cuál es el
siguiente paso? ¿Qué haces para seguir siendo relevante? Resulta que uno vuelve
a centrarse en los elementos intangibles, como la comunidad y las personas. A
lo largo de la última década pudimos observar un cambio, de las personas a los
espacios, y ahora volvemos a centrarnos en los creadores y en los emprendedores
tecnológicos.
El futuro es la intersección entre los que
llevan varios meses o años en Internet y los datos de los que disponen en sus
aparatos. Es posible que la persona que tiene un teléfono desde hace tres años
y una cuenta de dinero móvil desde hace cinco no tenga que volver a ir nunca
más a un banco.
Ahora, gracias a sus datos de las redes
sociales, a sus SMS y a sus hábitos a la hora de usar su teléfono, es posible
recibir un préstamo instantáneo mediante dinero móvil de hasta 430 euros a
través de la aplicación para móviles con sistema Android de Inventure llamada
Mkopo Rahisi, que significa “préstamo fácil” en suajili. El sistema bancario
formal no ha adoptado esta nueva forma de innovación, ni siquiera con el dinero
móvil. La capacidad de ofrecer créditos conlleva un elevado riesgo, pero las
empresas tecnológicas basadas en los datos no tienen miedo de correr ese riesgo
para conectar a los africanos y usar cualquier dato que esté a su disposición.
Observan a los africanos hacer transacciones y
negocios, y llegan a la conclusión de que si al sector bancario tradicional no
le interesa arriesgarse y prestarles dinero, entonces lo harán las organizaciones
como Inventure, enfrentándose a un gran riesgo, pero también con la posibilidad
de obtener grandes beneficios. Y no es solo una cuestión de prestar dinero.
También están los datos y, en el caso de Mkopo Rahisi, los 10.000 datos que
recoge de cada usuario son muy valiosos. Los datos de los africanos conectados
son la moneda del futuro.
En esta era de la conexión, se desarrollan y
comparten nuevas voces y nuevos relatos. Una de las voces más fascinantes es la
de Siyanda Mohutsiwa, una escritora de Botsuana de 22 años. El pasado mes de
julio creó un hashtag (etiqueta) que desató la imaginación del continente,
#IfAfricaWasABar. Aportaba una visión cómica e introspectiva sobre las
percepciones que muchos africanos tienen de su país, principalmente chistes
geopolíticos sobre su economía, sus líderes, sus estereotipos y su
comportamiento cómico.
Su propagación viral dio lugar a miles de
tuits ese día, y a muchos miles más a medida que corría la voz. Pero Mohutsiwa
no se quedó ahí y pasó a describir posteriormente lo que definía como ADN del
movimiento y una parte de lo que había visto en su propia vida en Internet.
La postura de Mohutsiwa difería de la que
adoptaron Kwame Nkrumah y otros como él, los padres de lo que conocemos como
panafricanismo político. La joven abogaba por un panafricanismo basado en los
vínculos que crean las redes sociales en nuestro mundo, cada vez más conectado.
“El panafricanismo social”, afirmaba, era “(lo que) teníamos ante nosotros,
entre nosotros, al alcance de nuestras manos: una plataforma que solo
necesitaba una pequeña chispa para encenderse en nosotros, un ansia de
comunicarnos con los demás”.
Cambio de paradigma
En esta nueva era interconectada se está
produciendo un importante cambio de paradigma. Tradicionalmente, las noticias
se han difundido en el continente a través de redes de periodistas de agencias
internacionales, lo cual ha tenido como consecuencia que hubiera menos medios
panafricanos que informaran específicamente sobre África y más publicaciones y
canales de radio y televisión mundiales que emitían las noticias a todo el
continente.
El reto que nos plantea el panafricanismo
social es explorar lo que sucede cuando los africanos se conectan entre ellos y
hacen caso omiso de las empresas de radio y televisión y las editoriales
tradicionales.
Cuando alguien se entera en Lagos de la última
subida de las tasas universitarias en Sudáfrica, sintoniza la BBC. Pero los
bulliciosos estudiantes de la Universidad Wits y de toda Sudáfrica recibieron
apoyo de todo el continente cuando se unieron para cantar, manifestarse y
movilizarse en todas las redes sociales usando el hashtag #FeesMustFall.
En las revueltas del norte de África solo se
vio un atisbo de esta clase de solidaridad. Ahora, una nueva generación de
africanos conectados participa en los acontecimientos en tiempo real y no
depende de las grandes organizaciones de medios de comunicación mundiales.
En Lagos se tienen noticias de Johannesburgo
sin pasar por Londres, y comprobamos que en Accra se tienen noticas de Kampala
directamente, no a través de Washington o de Pekín. Las empresas de medios de
comunicación mundiales mantienen corresponsalías y sedes en África, y estas
tienen una función importante que desempeñar. Pero los africanos conectados
encuentran formas de llegar a las noticias interesantes y descubren lo que
constituye tendencia en el ciberespacio africano.
Esta conexión directa lleva la narración un
paso más allá y crea la atmósfera idónea para que el panafricanismo social
coseche nuevos frutos y también, posiblemente, nuevas identidades. El Este es
el hardware y el Oeste es el software, pero siempre tenemos presente que
avanzamos siguiendo el rumbo que marcan los usuarios africanos.
www.convivenciaysolidaridad.blogspotcom
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