La democracia retuiteada
La gente necesita saber que no ha sido traicionada en su
confianza, personalizar e identificar a aquellos que les reclaman algo, aunque
sólo sea el voto.
Mario García de Castro
09/03/2013 – Diario.es
Cómo observar este colapso de la democracia, este trauma del
sistema, mientras los grafiteros pintan en las fachadas que El miedo va a
cambiar de bando.
Hace 20 años, en Italia, todo cambió radicalmente. Los
partidos tradicionales se disolvieron o refundaron. Tuvieron que cambiar de
nombre por las manchas que arrastraban. El proceso judicial italiano iniciado
por el fiscal Di Pietro, que procesó a 2.500 personas, destapó una extensa red
de corrupción en la que estaban implicados tanto empresarios como los principales
partidos políticos. La tangentopoli que empezó con el Partido Socialista acabó
generando un gran escándalo en la opinión pública y una enorme crisis
institucional. La televisión ya desempeñó un papel principal, entre otras cosas
impidió que se despenalizaran las prácticas corruptas, pero también alzó al
poder a Berlusconi.
Fueron años en los que un Gobierno de transición acabó
redactando una nueva ley electoral, la democracia cristiana y los partidos de
izquierda tradicional sucumbieron, y emergieron los nuevos candidatos, como el
líder independentista Bossi de la Liga Norte y el empresario de televisión
Berlusconi, de Forza Italia.
Se ha dicho que Mani pulite fue la excusa, la gota que colmó
el vaso para el cambio y la refundación del sistema. La brecha abierta cada vez
mayor entre el desarrollo de los medios de comunicación o la opinión pública y
la inercia sorda de los aparatos de unos partidos -que vivían complacidos desde
hace décadas en la endogamia y la corrupción-, acabó en el colapso del sistema.
La asimetría entre la tendencia de la nueva opinión pública y la vieja
política. El germen del populismo.
Italia ha sido siempre un país vértice para Europa. En unos
aspectos vanguardista y en otros enormemente anacrónico. Uno de los países más
innovadores de Europa y a la vez el garaje o trastero donde se ensayan los
experimentos. Pero se dice que Italia está de vuelta cuando nosotros empezamos
a ir. Un país neurasténico donde su sociedad civil se sobrepone a una crisis de
décadas y a sus castas políticas que permanecen ancladas como onorevoli
vitalicios.
Los muertos que hablan
Y ahora coincide con el resto del sur europeo: su modelo
productivo ha sido demolido por la deslocalización industrial. Y el paro
desbocado como en España o Grecia ya corroe el futuro del ciudadano medio. La
Unión Europea forzosamente aparece como responsable de este declive. Primero
por la globalización industrial de los 80, y segundo por la recesión actual. Y
ante la complicidad e impotencia de los nuevos viejos partidos, de ” los
muertos que hablan”, el pueblo más envejecido de Europa ha girado nuevamente
para atender una vez más a aquellos que quieren hacer tabla rasa del pasado.
Los que llaman populistas. El Movimento 5 Stelle, más de ocho millones de votos
para una nueva antipolítica.
En ese enorme plató de Grande Fratello político que es
Italia, ha sido el excómico Beppe Grillo quien ha desplazado a Berlusconi, no
el líder de la izquierda. Y lo ha hecho enarbolando una bandera parecida a la
que entonces desplegó Berlusconi al hacerse candidato: la ruptura con el
pasado, la crítica a las instituciones corruptas, el rechazo de los partidos
tradicionales, de los políticos profesionales, la apelación al pueblo, la
hegemonía de la comunicación popular como nuevo sistema de participación
política. Casi lo mismo que en España también denunció el movimiento del 15M.
Erramos si al primer Berlusconi y al último Grillo los
resolvemos desde las visiones a las que se han opuesto, las de las ideologías
tradicionales. Tengamos en cuenta que los populismos, esas corrientes
antisistema que rechazan a los partidos tradicionales y denuncian la
corrupción, son lunares, tienen una cara negativa como la demagogia y otra
positiva como el rechazo al pasado y el inicio de un proceso de cambio. El peronismo
argentino fue reivindicado por los montoneros y por la extrema derecha a la
vez. El líder latinoamericano del populismo de izquierda, el recientemente
fallecido presidente Chávez, mantuvo siempre con la televisión una relación de
necesidad recíproca.
Cuando la comunicación con las instituciones y los partidos
se quiebra, ellos se presentan como gente de a pie y consiguen conectar con el
público del modo más directo. Una señal de que el lenguaje o la comunicación
usada por los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda, ha
fracasado. En Italia o en España, la derecha ofreciendo el poder a los
tecnócratas católicos proeuropeos, la izquierda de siempre actuando con
complicidad y la impotencia de carecer de alternativa.
Sin embargo, los candidatos del Movimento 5 Stelle han
surgido por Internet y han sido elegidos en un casting por Youtube.
Concurrieron a las elecciones sin conocerse entre ellos. Y su líder, que no
quiere ser líder de un partido que no quiere ser partido, ni siquiera era candidato.
La Política Pop
Ellos reclaman una nueva democracia pública compuesta de
apelaciones al pueblo, de trending topics, de política Pop. En la que resalta
de modo sobresaliente un uso eficaz de los medios de comunicación,
especialmente la televisión, y ahora las redes sociales. Me refiero a algo muy
viejo, la implicación entre medios de comunicación y política y, sobre todo,
entre televisión y política. Lo que por virtud o por defecto no hace más que
revelarse cada vez más cardinal.
Si hoy la televisión es un social media, la política
necesariamente va a ser más Pop, o afterpop, como dice Fernández Porta. “Está
todo en la web, transmitimos en streaming la asamblea. "No hace falta
hacer preguntas", decía el ciudadano portavoz de 5 Stelle, que recuerda los
sueños del 15M español.
Por ejemplo, Berlusconi en Italia, o el Partido Popular en
España, como la derecha en general, han utilizado durante mucho tiempo una
estrategia mediática elemental, la de repetir continuamente mensajes y frases
que centran eficazmente la atención del espectador, obteniendo de ello grandes
logros electorales.
Como recordaba Lakoff, cuando se plantea si una determinada
declaración política es mentira, es asombroso descubrir que, para la mayoría de
la gente, lo menos importante es ¡si es verdad! ¿Cuantas declaraciones
populistas recientes de miembros del Gobierno son mentira?
Pero lo que no se soporta es la confianza traicionada.
Cuando las instituciones traicionan la confianza que se ha depositado en ellas
con falsos pretextos. Cuando un presidente del Gobierno o un monarca piden
privaciones, las razones del esfuerzo deben ser verdaderas y no falsos
pretextos. Cuando se recortan los servicios sociales, el trabajo, la vivienda,
los afectados se sienten traicionados por las cuentas en Suiza, por políticos
que incrementan sus retribuciones, por el generoso rescate de los bancos, por
las élites sociales de altos ingresos que no se hacen corresponsables de esos
sacrificios.
Aquellos ciudadanos azotados por los escándalos de
corrupción y una inesperada pobreza va a demandar un desarrollo superior de la
democracia. Entonces aparecen signos del nuevo populismo, del odio recíproco
que políticos profesionales y ciudadanos populistas se dedican.
Entonces la gente de a pie toma la palabra en esta nueva
democracia pública, pinta en las fachadas de Madrid "El miedo va a cambiar
de bando", y entona Grandola, Vila Morena en las calles de Lisboa. Los
ciudadanos, atenazados por problemas que los políticos ni respiran, piden que
las instituciones sean transparentes. Piden conocer de primera mano a sus
políticos, para saber el grado de confianza que merecen, si son conciudadanos o
castas onorevoli.
Y aquí aparece la televisión o las redes sociales, los
sistemas de la comunicación popular que se convierten en instrumentos más
eficaces que el propio Parlamento. Un Parlamento opaco blindado por metros de
vallas antimanifestantes, compuesto por personajes preocupados por su
supervivencia, que observan a sus electores como los enemigos que les quieren
desalojar. Indudablemente son signos del populismo, de este populismo que
amanece, entre otras cosas porque nadie hace nada para impedirlo.
Este es el nuevo rol de la política pop, la gente necesita
saber que no ha sido traicionada en su confianza, personalizar e identificar a
aquellos que les reclaman algo, aunque sólo sea el voto. Gobierne quien
gobierne esto ya es una democracia pop, pública o populista, es decir,
televisada en streaming y retuiteada . Lo lamentable es que nuestros políticos
profesionales, aquellos que ya llevan 30 años en política, no se han enterado,
son como "muertos mudos", tienen pánico a la televisión y se dan de
baja en Twitter.
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