El PSOE ante su gran encrucijada/Habermas y la decadencia
del PSOE
"En otras palabras, el socialismo democrático, si no
quiere convertirse en una ideología testimonial y obsoleta, debe apostar por el
"mundo de la vida", por una forma de entender el día a día cercana, y
alejada de la creciente burocratización y cosificación de las personas"
Ricardo Hurtado Simó* y Francisco Molina Artaloytia**
07/11/2016 - :El Diario.es Extremadura
Es más que patente que los partidos socialdemócratas
europeos se encuentran en horas bajas. Pensemos en el laborismo británico con
Jeremy Corbyn, el SPD alemán subordinado a la CDU de Ángela Merkel, el PS
francés superado tanto por la derecha clásica como por el populismo islamófobo
de Marine Le Pen, o un PSOE incapaz de recuperar la confianza y el espacio
perdidos y sumido en una lucha fratricida por el poder y por la identidad.
Esta caída global no es un fenómeno reciente, ya que hunde
sus raíces en la década de los ochenta, si bien es cierto que el siglo XXI ha
agudizado dicho proceso de debilitamiento, entre otros motivos, por la crisis
democrática que viene de la mano del desplome bursátil de 2008. Las tesis
neoconservadoras han sabido aprovecharse
de esta situación que ha fracturado la sociedad para reforzar su justificación
de la forma de vida capitalista y encontrar un notorio respaldo que se plasma
en réditos electorales. Sin embargo, esta ideología, canalizada en partidos de
derecha y centro-derecha, es cada vez menos tradicional en lo que a valores se
refiere y más liberal en su primacía economicista, aplicando un frío
"darwinismo socioeconómico" que olvida deliberadamente cuestiones
como la defensa de los Derechos Humanos, la sanidad o la educación públicas.
"Más mercado y menos Estado" es su lema. En la
base de esta actitud está una élite dispuesta a defender su posición con uñas y
dientes que, curiosamente, recibe el beneplácito de grupos mediáticos muy
heterogéneos. En otro plano, hallamos el resurgir de movimientos utópicos de
clara inclinación izquierdista que penetran en la sociedad como respuesta ante
periodos de crisis económica y debilidad política, proponiendo un proyecto que
ocupa gran parte del espacio socialdemócrata más progresista. Es en este punto
cuando, releyendo un pequeño ensayo de Jürgen Habermas titulado Política
conservadora, trabajo, socialismo y utopía hoy, escrito en 1983, observamos la
lucidez de un autor que ya reflexionó hace más de treinta años sobre los
problemas con los que se encontraría el centro-izquierda y, en segundo lugar,
que dichos problemas lo asedian ahora con más intensidad que nunca.
Por ello, creemos conveniente volver al pensador nacido en
Düsseldorf para analizar las causas de dicha decadencia y sus posibles salidas.
Por una parte, la socialdemocracia no debe olvidar sus orígenes ni dejar pasar
por alto que en las sociedades
contemporáneas representa y encarna los éxitos del Estado Social, cuyo
objetivo primordial ha sido siempre que las trabajadoras y los trabajadores
ganen lo suficiente y obtengan la suficiente protección por parte del Estado
para hacer frente a los desequilibrios e injusticias que ocasionados por el
capitalismo. Es preciso recordar a izquierda y derecha que los logros
alcanzados por la ciudadanía han ido de la mano del fortalecimiento de un
Estado Social y Democrático de Derecho de clara impronta socialdemócrata;
mantener el valor simbólico de determinados logros, como la Ley Orgánica de
Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, la defensa de la
educación pública o los derechos de los homosexuales es uno de los motivos por
los que el proyecto socialdemócrata debe reivindicarse frente a una pérdida de
memoria interesada que pretende anular o dar por superados dichos avances.
Ahora más que nunca, la socialdemocracia debe reforzar sus raíces de cara a la
opinión pública.
En segundo lugar, no podemos obviar que la socialdemocracia
vive una profunda crisis de identidad. Sometida a fuertes tensiones internas,
debates identitarios, contradicciones territoriales, deserciones y movimientos
alternativos como el ecologismo, los grupos animalistas, las actitudes
antisistema y los desencantados con la izquierda tradicional, acotan su espacio
y quebrantan su hegemonía. Como respuesta, debe poner de relieve su apuesta por
eliminar o, al menos, reducir, las injusticias; plantar cara al individualismo
neoliberal en favor de formas de vida solidarias y defender decididamente la
diversidad de identidades religiosas, sexuales, culturales y raciales, el
pluralismo, en definitiva. Como indica Habermas, desde sus comienzos, el
socialismo ha significado, primordialmente, saber lo que no se quiere y
defender la dignidad humana a través de los mecanismos del sistema democrático.
Y si pretende mantener un papel decisivo en el presente y en el futuro político
y social, no puede perder esa referencia, su identidad más sólida y definida.
Por ello, la socialdemocracia española debe ofrecer
respuestas comprometidas ante problemas como el paro estructural, el salario
mínimo o el futuro de los jóvenes universitarios; recuperar el electorado fiel
que se forjó en los años posteriores a la Transición y hacer todo lo posible
para que en las actuales sociedades del trabajo en las que, paradójicamente, el
trabajo está desapareciendo (como así lo expresa el sociólogo Dahrendorf), la ciudadanía deje de ver el futuro con miedo
e incertidumbre; tiene que asimilar que actualmente la política económica
desarrollada por John Keynes ya no hace posible el equilibrio ascendente entre
el desarrollo económico y el bienestar social, sobre todo en lo que respecta al
pleno empleo y a la calidad del mismo. Así, le urge buscar vías alternativas
que salvaguarden, ante todo, las condiciones básicas de dignidad tanto de las
personas empleadas como desempleadas.
En otras palabras, el socialismo democrático, si no quiere
convertirse en una ideología testimonial y obsoleta, debe apostar por el
"mundo de la vida", por una forma de entender el día a día cercana, y
alejada de la creciente burocratización y cosificación de las personas. La
socialdemocracia europea, con el PSOE a la cabeza, se encuentra ante una
compleja encrucijada a derecha e izquierda.
A derecha, tiene que hacer frente a una visión
individualista de la ciudadanía que reduce todo bienestar a beneficios de
mercado y datos macroeconómicos, que restringe la esfera de lo público para
ocultar todo desencanto (pensemos en la limitación del derecho de
manifestación) y que goza del respaldo inquebrantable del voto conservador y de
los sectores económicos más influyentes. A izquierda, parar la sangría que
producen los discursos directos capaces de aglutinar a lEl PSOE ante su gran
encrucijada/Habermas y la decadencia del PSOE.
El reto es recuperar el favor de una clase media muy
debilitada y del grupo cada vez más amplio de personas empobrecidas, marginadas
y alejadas de las esferas de influencia, decisión y poder. Pensar en el mañana
pero también mantener vivo el recuerdo activo de la conciencia histórica de lo
conseguido y lo malogrado. Todo ello sin perder su apuesta por la
transversalidad, el diálogo y la libertad que siempre caracterizaron al
centroizquierda. De las decisiones que tomen sus dirigentes de ahora en
adelante dependerá su futuro que, nos guste o no, también puede ser el
nuestro.
* Profesor de Enseñanza Secundaria en Extremadura y Doctor
en Filosofía con Mención Internacional. Recientemente ha publicado el libro El
ocaso del optimismo (Ediciones Biblioteca Nueva, Madrid, 2016). ** Profesor de Enseñanza Secundaria en
Extremadura y Doctor por la U.N.E.D.
(Prog. Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia) especializado en
"sexualidades".a masa de damnificados por la crisis.
* Profesor de Enseñanza Secundaria en Extremadura y Doctor
en Filosofía con Mención Internacional. Recientemente ha publicado el libro El
ocaso del optimismo (Ediciones Biblioteca Nueva, Madrid, 2016). ** Profesor de Enseñanza Secundaria en
Extremadura y Doctor por la U.N.E.D.
(Prog. Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia) especializado en
"sexualidades".
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