sábado, 12 de febrero de 2011

Las políticas tranversales

Cultura: ¿una nueva oportunidad?
Con Mascarell en un Govern de CiU quizá se dan las condiciones para alcanzar otro Pacte Cultural
Sábado, 15 de enero del 2011 .Publicado en el Periódico.

Jordi Font
Exsecretario de cultura del PSC.
El nombramiento de Ferran Mascarell como conseller de Cultura del Govern de Artur Mas ha provocado una cierta tormenta. Particularmente en el PSC, el partido de Mascarell hasta ayer mismo y el partido que, desde 1980, ha ido elaborando un modelo de política cultural catalana ambicioso, garante de la imprescindible autonomía de la cultura. Un modelo que ha sido, durante muchos años, la alternativa seria a la ausencia de modelo del Govern de Convergència i Unió.

LEONARD BEARD Edición Impresa Versión en .PDF Información publicada en la página 7 de la sección de Opinión de la edición impresa del día 15 de enero de 2011 VER ARCHIVO (.PDF)
Primero fueron las convocatorias del foro Curtó y la declaración de los concejales de Cultura de toda Catalunya Por un marco de cooperación en la política cultural. Y, enseguida, desde la Diputación de Barcelona, la convocatoria de Interacció 84, encuentro fundacional de las políticas culturales locales a nivel catalán y español; la creación del Centre d'Estudis i Recursos Culturals (CERC), que influiría decisivamente sobre las sucesivas promociones de gestores culturales en todo el Estado; la modernización de la vieja red bibliotecaria y el impulso de las exitosas bibliotecas de nueva generación; la creación de la Oficina de Difusió Artística (ODA), con la articulación de circuitos estables de artes escénicas y música; la creación de las redes de museos y de archivos...

En 1985 llegaría el deseado Pacte Cultural de la mano de Joan Rigol, con el que el PSC colaboró lealmente y con convicción, hasta que un rayo del cielo convergente fulminó a consejero y pacto. La elaboración de los programas en las sucesivas elecciones al Parlament completarían el cuadro, coordinados primero por mí mismo, después por Mascarell y posteriormente por Josep Maria Carbonell, siempre con la contribución imprescindible de Esteve León. En este contexto, Mascarell impulsaría el famoso Llibre blanc de la Cultura.

Este modelo venía presidido por una voluntad de ordenamiento nacional que no siempre encontraba sintonía por arriba, en los gobiernos de CiU, donde prevalecía la carencia de planteamiento, la incapacidad para llegar a un esquema serio de cooperación con la Administración local, una endémica confusión entre política cultural y política lingüística, el recelo obsesivo de Jordi Pujol hacia intelectuales y artistas, y una relación arbitraria con la sociedad civil, basada no en la concertación de proyectos, sino en la repartidora que premiaba a los genuflexos y castigaba a los descreídos.

Y he ahí la paradoja: el modelo alternativo del PSC, con un amplísimo consenso a sus espaldas, se esfumó inopinadamente cuando más universal era el prestigio logrado y mayores las expectativas suscitadas. Y no me refiero ahora al nombramiento de uno u otro conseller, sino a una cuestión más de fondo, a una extraña desgana dentro del propio PSC respecto del modelo elaborado y respecto de quienes lo habían hecho posible. Y esto tanto desde los que lo fiaban todo al arbitrio del príncipe («No habrá Conselleria de Cultura», llegó a decirse) cómo desde la fronda inversa, sin otro norte que la conveniencia del momento. Es la historia absurda de un desmesurado derroche. Y, claro, como dice el refrán, de aquellos polvos, vinieron estos lodos.

El hecho es que ahora, con el nombramiento de Mascarell, las gentes del mundo de la cultura han respirado. Tenían el ombligo encogido: pensaban que CiU volvería fatalmente sobre sus pasos. Pero hay que convenir que se ha producido algo nuevo, que no es la aceptación de Mascarell, sino la propuesta de Mas. ¿Quiere decir esto que CiU es, por fin, capaz de cambiar su talante respecto de la cultura? Si así fuera, más allá del juicio de unos u otros sobre la aceptación de Mascarell, habría que constatar que estamos ante una novedad que aconseja respuestas adecuadas. La cultura exige marcos institucionales sin hipotecas partidistas, en los que pueda desarrollarse libremente. Y pide, en consecuencia, la cooperación entre las administraciones en favor de proyectos eficientes, en los que cada una contribuya desde sus competencias. Como también pide una concertación pública transparente con los agentes artísticos, sociales y empresariales que haga posible el dinamismo y la catapulta global que necesitamos. Estos han sido los objetivos del modelo mencionado. Y los gobiernos de Entesa, a pesar del decaimiento fáctico del modelo en el PSC, no han dejado de avanzar en esta dirección.

Si se verifica el cambio de actitud de CiU, habrá que concluir que estamos ante una nueva oportunidad. Y que quizá se dan las condiciones para un nuevo Pacte Cultural, racionalizador de las políticas, articulador del sistema. Algo que, para el PSC, sería absolutamente compatible con el ejercicio de una firme oposición en los terrenos donde tienen que producirse las diferencias básicas entre derecha e izquierda: las políticas educativas, las políticas sanitarias, las regulaciones económicas europeas... Creo que habría que disponerse a probarlo.

Exsecretario de cultura del PSC.

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