“En una democracia, dicho consentimiento se materializa
de manera natural en la institución del voto, que explícitamente autoriza a
unos políticos y no atros a ocupar cargos públicos.Sin embargo, nada impide que
la ciudadanía haga explícito su consentimiento inical a un sistema en el que
los cargos de gobierno se asignen a través de loterías.Según Manín, el
consentimiento en un sistema de este tipo sería solo indirecto, frente al
consentimiento directo de las elecciones: indirecto porque lo que se autoriza
es el uso de un cierto procedimiento(la lotería) para seleccionar a las personas
que ocuparán los cargos públicos, frente a las elecciones, que seleccionan
directamente a las personas”.
“Más bien ,parece que es la cristalización en la época
moderna de los intereses sociales en ideologías lo que podría dar sentido a la
preferencia por las elecciones, pues lo que se ventila en unas elecciones es
qué visión de la sociedad, qué valores políticos,tiene más predicamento entre
la población.”
“Planteada así la cuestión, es evidente que la
celebración de elecciones para seleccionar representantes obedece al ideal del
autogobierno.Puesto que se aspira a que las decisiones colectivas se basen en
las preferencias individuales, se recurre al voto y no a las loterías.La
existencia de proyectos ideológicos en liza sobre qué políticas llevar a cabo exige
elecciones y no azar.
Es por tanto lógico que no haya mandato imperativo: tomar
decisiones según valores ideológicos requiere tener en cuenta la coherencia
entre unas decisiones y otras, tanto “estática” como “dinámicamente”.En un
momento dado del tiempo, el representante se enfrentará a dilemas muy
diversos(frecuentemente, más políticas sociales frente a menos impuestos).A lo
largo del tiempo , el representante
habrá de resolver conflictos difíciles entre el corto y el mediano plazo (hacer
un ajuste ahora para tener la oportunidad en el futuro de realizar una cierta
política que hoy no es factible).
Dicho con otras palabras, si la representación está ligada a la ideología, es
razonable concluir que el representante tenga cierta autonomía a la hora de tomar
decisiones. La autonomía es necesario no sólo, por la naturaleza incompleta de
los programas electorales, sino también porque lo que se pide del representante
no es que cumpla unas instrucciones precisas; más bien, lo que se espera de él
es que tome decisiones de acuerdo con los principios ideológicos por los que
fue elegido”
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