sábado, 4 de mayo de 2013


“En una democracia, dicho consentimiento se materializa de manera natural en la institución del voto, que explícitamente autoriza a unos políticos y no atros a ocupar cargos públicos.Sin embargo, nada impide que la ciudadanía haga explícito su consentimiento inical a un sistema en el que los cargos de gobierno se asignen a través de loterías.Según Manín, el consentimiento en un sistema de este tipo sería solo indirecto, frente al consentimiento directo de las elecciones: indirecto porque lo que se autoriza es el uso de un cierto procedimiento(la lotería) para seleccionar a las personas que ocuparán los cargos públicos, frente a las elecciones, que seleccionan directamente a las personas”.
“Más bien ,parece que es la cristalización en la época moderna de los intereses sociales en ideologías lo que podría dar sentido a la preferencia por las elecciones, pues lo que se ventila en unas elecciones es qué visión de la sociedad, qué valores políticos,tiene más predicamento entre la población.”
“Planteada así la cuestión, es evidente que la celebración de elecciones para seleccionar representantes obedece al ideal del autogobierno.Puesto que se aspira a que las decisiones colectivas se basen en las preferencias individuales, se recurre al voto y no a las loterías.La existencia de proyectos ideológicos en liza sobre qué políticas llevar a cabo exige elecciones y no azar.
Es por tanto lógico que no haya mandato imperativo: tomar decisiones según valores ideológicos requiere tener en cuenta la coherencia entre unas decisiones y otras, tanto “estática” como “dinámicamente”.En un momento dado del tiempo, el representante se enfrentará a dilemas muy diversos(frecuentemente, más políticas sociales frente a menos impuestos).A lo largo del  tiempo , el representante habrá de resolver conflictos difíciles entre el corto y el mediano plazo (hacer un ajuste ahora para tener la oportunidad en el futuro de realizar una cierta política que hoy no es factible).
Dicho con otras palabras, si la  representación está ligada a la ideología, es razonable concluir que el representante tenga cierta autonomía a la hora de tomar decisiones. La autonomía es necesario no sólo, por la naturaleza incompleta de los programas electorales, sino también porque lo que se pide del representante no es que cumpla unas instrucciones precisas; más bien, lo que se espera de él es que tome decisiones de acuerdo con los principios ideológicos por los que fue elegido”

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