Huertos urbanos domésticos: seis razones para pensárselo
antes de montar uno
Los huertos urbanos domésticos traen la naturaleza a nuestra
casa, patio o balcón, pero debemos ser conscientes de que presentan
inconvenientes, algunos de ellos importantes.
Jordi Sabaté
10/03/2017 -
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. huertos urbanos, huertos ecólogicos, soberanía
alimentaria, alimentación de proximidad
Se acerca la primavera y se nos puede ocurrir pensar en
montar un huerto urbano doméstico, que al fin y al cabo están de moda. Todos
soñamos con ir a una gran superficie del bricolaje y adquirir uno para montarlo
en ese balcón que tenemos desaprovechado o bien en la terraza, siempre vacía o
el patio, que hasta ahora solo acumula trastos. Qué mejor que una hermosa
albahaca, una menta o unos tomates que nos deleiten con su rojo intenso...
Aparentemente no son costosos, darán un toque de naturaleza
a nuestro paisaje hogareño y quién sabe si nos salvarán de los vaivenes en el
precio de las hortalizas gracias a que lograremos auto abastecernos. Bien: en
realidad las cosas no son exactamente así y, no obstante estas instalaciones
resultan una práctica creativa, pedagógica y gratificante, debemos ser
conscientes de que hay ciertos aspectos que merecen una reflexión. Este
artículo relata seis posibles inconvenientes de los huertos urbanos domésticos.
1. La contaminación por metales pesados y compuestos
orgánicos
Es el inconveniente más serio y además quizá el más real y
constante. Es una realidad que la contaminación de las ciudades por los motores
de los coches, especialmente los motores diesel, está matando 15.000 personas
cada año en España debido a las emisiones de óxidos de nitrógeno. A ellos hay
que añadir las partículas ligeras de menos de dos micrómetros que pueden flotar
en el aire y difundirse hasta que se depositan en las superficies.
Muchas de ellas son metales pesados, especialmente plomo.
Por ejemplo, en un estudio de huertos domésticos en México DF se encontraron
entre 0,7 y 3.6 miligramos de plomo por cada kilogramo de hojas secas de
lechuga (mg/kg); en la col se hallaron de 1,7 a 2,3 mg/kg; en las zanahorias de
0,5 a 3 mg/kg y los tomates entre 1 y 3 mg/k.
Las cantidades pueden variar en función de la contaminación
de cada ciudad, pero es innegable que las hortalizas actúan como acumuladores
de metales. Otros, no tan abundantes pero también presentes, pueden ser el
cromo, el mercurio o el cadmio. A ellos hay que añadir los compuestos orgánicos
nitrogenados que se depositen en la superficie de las hortalizas, si bien se
pueden eliminar lavándolas con jabón y agua caliente.
2. El gasto en agua puede dispararse
A diferencia de las plantas medicinales y aromáticas que
usamos para sazonar nuestros platos, como el romero, el tomillo o la albahaca,
las hortalizas son plantas de regadío que requieren un continuo aporte de agua.
Por descontado, si nuestro huerto cabe en un balcón, el exceso en la factura a
final de mes no se notará, pero si tenemos un patio grande, una azotea o una
terraza extensa, que hemos cubierto con el huerto, el gasto puede subir, sobre
todo en los meses de verano.
3. La inversión inicial puede ser notable
De nuevo aquí interviene la superficie que queremos
cultivar: en un balcón este apartado no es significativo, pero si tenemos la
ambición de ser soberanos desde el punto de vista alimentario en lo referente a
vegetales y hortalizas, la ecuación debe estar equilibrada. Debemos tener en
cuenta que los contenedores de los huertos, si son de madera o metal, deben ser
tratados especialmente para soportar la humedad y los elementos corrosivos,
entre los que puede estar el abono, por lo que son caros.
El precio del metro cuadrado de los cultivadores puede
oscilar entre los 50 y los 100 euros, en función de los materiales en que esté
construido, ya que si son de plástico todavía son más costosos. A ello hay que
añadir el precio de la tierra de cultivo, que está alrededor 20 céntimos de
euro por litro -en una jardinera cabe el equivalente a 50 euros de tierra más o
menos-, los abonos, los tratamientos ocasionales, etc., que al detalle no
resultan nada baratos. Así que si lo hacemos solamente por razones económicas,
tal vez no salga a cuenta.
4. El desperdicio puede aumentar
Esto es algo que se aprende con la experiencia en huertos
domésticos: el método es fundamental a la hora de sembrar, porque por pequeña
que sea una semilla, cuando crezca puede aumentar hasta mil veces su tamaño.
Así que si las plantamos al tuntún, todas juntas y sin medir el ritmo al que
producirán su fruto, podemos vernos desbordados por una producción que no demos
abasto para comer.
También puede ocurrir que las plantas nos salgan demasiado
juntas y den lugar a plagas o acaben pudriéndose con la humedad. De este modo,
en lugar de ser mas eficientes en la gestión de residuos, podemos aumentarlos.
El mejor modo de evitarlo es trabajar con semilleros y luego replantar a la
distancia conveniente, siempre usando solo dos o tres semillas en la siembra,
por muy pequeñas que nos parezcan. Claro que el uso de semilleros vuelve a
aumentar la inversión...
5. Pueden atraer insectos que pican
Obviamente por la polinización como por la llegada de
diversa fauna que puede estar interesada en compartir las hortalizas con
nosotros, podemos encontrarnos con que las avispas y otros insectos de picada
dolorosa frecuenten nuestro huerto y acaben por colarse en casa. Si tenemos
niños pequeños, deberemos vigilar para evitar problemas como shocks
anafilácticos por reacción al veneno de la picada. Una buena idea es usar
mosquiteras en cunas y camas en verano.
Semilleros con agua, cultivadores y contenedores encharcados
y con residuos orgánicos, son el espacio perfecto para que el mosquito tigre se
reproduzca en pocas horas
6. Pueden ser una fuente de epidemias
En la línea del apartado anterior, no es descartable que
junto a abejas, avispas y otros insectos que por un lado puedan ser deseables
pero por otro peligrosos, un huerto doméstico descuidado pueda ser fuente de
epidemias como el zika en verano. El motivo podría ser el mosquito tigre, que
ya se ha establecido en la costa mediterránea, que entre julio y octubre goza
de un clima tropical, incluso a veces en periodos más largos.
Semilleros con agua, cultivadores y contenedores
encharcados y con residuos orgánicos, son el espacio perfecto para que el
mosquito tigre se reproduzca en pocas horas y extienda una población lo
suficientemente amplia como para poder picar a una persona con zika y luego
extenderlo a otras. En las ciudades mediterráneas, donde la densidad de
población es alta, el nivel epidémico podría alcanzarse en pocos días
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