miércoles, 11 de abril de 2012

LA CULTURA DEL NO. INCREÍBLE PERO AYUDA A GOBERNAR

La ciudadanía debe criticar las carencias existentes en los cauces de participación de las diferentes normativas municipales y de otras instituciones públicas, pero nuestro deber no es sustituir a las organizaciones políticas que se presentan a las diferentes convocatorias electorales con sus programas y propuestas de cara a sus posibles votantes. Nuestra obligación será la de manifestar nuestro rechazo o desagrado cuando no correspondan con nuestro interés como ciudadanos. Proponer nuestras objeciones y alternativas para ser estudiadas e incorporarlas a la acción de gobierno.
Es falso afirmar que las deficiencias en la participación sean las causantes de la nueva cultura del NO .La democracia participativa se va haciendo cada día pero cada ciudadano y ciudadana debe jugar el papel que le corresponde al igual que al movimiento asociativo , organizaciones sindicales y partidos políticos
Las administraciones públicas a través de sus gestores políticos tienen la obligación de presentarnos sus proyectos y planes de actuación y el desarrollo urbano sobre un territorio concreto, para eso han sido elegidos democráticamente. Paralelamente deberán buscar los cauces más realistas para la participación de la ciudadanía.
Siempre existirán colectivos y entidades contrarias a aceptar y asumir las reglas del juego establecidas, excusándose en sus deficiencias. Toman como base la idea que la política es cultura y que la injusticia social es la represión conformista que implica cualquier acto que viole las normas sociales convencionales considerándose como radical y contestataria desde su visión política. A sabiendas que la organización política tradicional es complicada y a veces tediosa; involucra a muchas personas “militantes” en interminables debates, discusiones, acuerdos y consensos., generando un trabajo burocrático y rutinario necesario.
La cultura del NO aparece más atractiva, dinámica, menos comprometida y más subversiva. Sus actitudes organizativas parecen más participativas, asamblearias y ágiles en la toma de decisiones La mayoría de las veces son meros gestos que no producen avance político o económico tangible y que desacredita la urgente tarea de crear una sociedad más justa, produciendo más frustraciones en las reivindicaciones.
La cultura del NO se ve en el odio profundo por toda jerarquía, burocracia y tecnocracia. Su objetivo político es eliminar las barreras institucionales y los intereses creados que se interponen entre la ciudadanía y su participación activa. Pretende pasar de la representación a la deliberación, invirtiendo la estructura política descendente de la democracia representativa y establecer el sistema decisorio ascendente de la democracia de las bases. Este concepto requiere una política radicalmente descentralizada con el poder disgregado en comunidades, municipios; reordenando el espacio local de la vida social y urbana.
Sin tener en cuenta que los problemas políticos más serios a que nos enfrentaremos serán esencialmente conflictos de acción colectiva y una democracia local totalmente descentralizada no podrá solucionarlos, frecuentemente los origina y alimenta. Sin olvidar que estas centralidades generan sus propias dinámicas descentralizadas para el mejor desarrollo de las micro-políticas, dos cuestiones que deberán complementarse.
Confiar sólo en el poder de la armonía espontánea y asumir que cada comunidad defenderá sus propios intereses para lograr mejor el bien común, es un grave error.
Se olvida que para desarrollar una actividad social debemos fiarnos de los demás,
el progresivo desprestigio de una educación política participativa en vez de liberar, conecta directamente con los grupos más antisociales.

Llevando a los defensores del NO a rechazar no sólo las instituciones sociales existentes sino a cualquier otra alternativa que se proponga, aduciendo que se institucionalizará e impondrá a la fuerza, en definitiva están defendiendo sus identidades de resistencia.
Por este motivo rechazan la política de la izquierda tradicional al catalogarla de institucionalizada. .Estos activistas abogan por alternativas más profundas y radicales que jamás podrán aplicarse eficazmente, soliendo agravar los problemas que pretenden solucionar. Al final puede ocurrir que los defensores de la cultura del NO, por su intransigencia, consigan a la larga los efectos contrarios o no deseados. La rebeldía resulta perjudicial si es anti social , la ciudadanía, en estos casos, no es rebelde si no incívica. Las alternativas bienvenidas sean pero acompañadas de compromiso y responsabilidad.. PERO SI SE NOS ESCAPA DE LAS MANOS O AL FINAL TOMAMOS ACTITUDES CÓMOS LOS INDIGNADOS O INDIGNADAS DEL 15-M. , SE TERMINA POR AYUDAR A GOBERNAR A LA DERECHA.
Salvador Pastor Blasco
Periodista
Abril 2012

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