Miquel Iceta, por Joan Ferrán
No hace mucho tiempo de ello. Cuando en el PSC algunos
tocaban la marcha fúnebre de Sigfrido llegó el comandante Iceta –y como decía
Carlos Puebla- mandó a parar. Le metió swing al socialismo catalán y las
elecciones autonómicas fueron bálsamo sobre heridas. Y no sólo eso, en ausencia
de mentes decididas, preclaras y ordenadas asumió la dirección del PSC catalán
cuando el navío iba contra las rocas sin timonel.
Personajes como Miquel Iceta no abundan en la política de
nuestro país. Cortés, culto, leído, buen polemista y de respuesta tan ágil como
acerada, tan educada como incisiva. Explorador de acuerdos, antes que
conquistador, más seductor y noble que tramposo. Iceta, intelectualmente, es un
tipo sólido, capaz de dialogar sin complejos con personalidades que se mueven
en el cosmos del pensamiento cultural y filosófico, que habitan más allá del
politiqueo. ¿Cuántos políticos en activo podrían resistir la prueba del algodón
de la solvencia intelectual? Pocos. Miquel no es un personaje engolado ni
engreído, tampoco un producto pedante de facultad de ciencias políticas. Es,
simplemente, un tipo listo que ha trabajado la sensatez y se ha renovado –más
que otros- cultivando el pensamiento. Algunos hombres grises le acusan de falta
de temperamento para el liderazgo. Discrepo. Esos aun no han percibido que el
tiempo del imperativo categórico ha terminado. Alardean de renovación pero no
se la aplican ni a ellos ni a sus peones. Ustedes se preguntaran a qué viene
tanta glosa alrededor del bueno de Miquel. Muy sencillo, un servidor se subleva
contra ese fenómeno que se produce en determinados ámbitos intelectuales,
laborales, periodísticos y políticos. A saber: no valorar suficientemente lo
que se tiene en casa para idolatrar lo ajeno, o aparente, por juvenil y novedoso.
Vivimos una época en la que escasea la calidad humana en el
mundo de la política. Espero y deseo que los socialistas catalanes no tiren de
nuevo por la borda experiencia y patrimonio. Iceta es un hombre respetado más
allá de las fronteras de su cofradía. Craso error sería apartarlo de primera
línea de combate (no creo que ello vaya a suceder pero por si acaso). Les
aseguro que si ello ocurriera lo lamentarían incluso sus adversarios. La
mediocridad asentada sobre cómodos butacones institucionales abunda y,
acomplejada, muerde aunque sea en diferido. En este erial que es la política
catalana si emerge alguien que despunta lo inteligente es mimarlo y dejarle
jugar... A su tiempo hay sitio para todos y todas.
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