miércoles, 26 de enero de 2011

En Cataluña ya no hay ciudadanos de segunda

Los trabajadores que vinimos de otras partes de España, -y de zonas rurales de Catalunya- ya no somos catalanes de segunda categoría. Pero lo fuimos, si. Durante la noche franquista. Sufrimos la pobreza de la postguerra y muchos la humillación de los vencidos por defender la legalidad vigente. Pero la democracia puso las cosas en su sitio y nos devolvió la dignidad y el derecho a ser ciudadanos de primera en Cataluña. Paco Candel, en los años 60, llamó a los nuevos barrios y al desarrollo de lo que hoy conocemos como ciudades medias y que antes fueron pueblos allí donde la ciudad perdía su nombre.
Hoy día, estos barrios y pueblos, además de tener un nombre propio, se enorgullecen de su importante transformación. Me refiero a l’Hospitalet de Llobregat, a Nou Barris, a La Verneda, a Santa Coloma de Gramenet, a Terrassa, a Badalona, a Cornellá, a Sabadell… y tantos otros lugares que en 30 años de democracia han devuelto la dignidad y las oportunidades a sus vecinos. Por cierto, la mayoría de estos lugares con alcaldes o alcaldesas socialistas desde hace muchos años.

Y no olvidemos Barcelona, la ciudad gris de los 70 que hoy, pese a la crisis, ocupa un lugar destacado en el ranking de las mejores ciudades de Europa para acoger empresas y por su calidad de vida y cohesión social. A pesar de que haya algunas voces intencionadas que se empeñan en hacer de las anécdotas y de los problemas habituales de algunos incívicos -los mismos que tienen París, Bruselas o Estocolmo- una razón para odiar nuestra ciudad. Con el trabajo que nos ha costado a todos los barceloneses conseguir la magnífica ciudad que tenemos y que sea en la práctica la capital del Mediterráneo.
Pero vale la pena recordar la historia y explicar a nuestros hijos, y a nuestros nietos, que el Somorrostro existió y los niños y niñas que allí vivían, con apenas diez años, recogían el carbón que perdían los trenes por las vías cercanas para los hornillos de las barracas. Y que el suelo de sus casas era la arena de la playa. Igual que en el Somorrostro, pasaba en otros poblados, en Sants, en Rubí, y en tantos y tantos sitios. Más tarde, en los 50 y los 60, llegaron las viviendas públicas del franquismo, las del Gobernador en Verdum con 20 metros cuadrados, las del Sindicato de 40 a 50 metros cuadrados. Y allí vivimos, trabajando 12 horas diarias, sábados incluidos, desde muy temprana edad. En fábricas insalubres, en la construcción, participando, sin saberlo, en la mayor especulación urbanística de la historia de Catalunya. Ahora son nuestros ayuntamientos los que están reparando estas viviendas, sustituyéndolas y poniendo ascensores y escaleras mecánicas para permitir que la gente mayor pueda volver a salir de casa.

Hace unos días hubo elecciones en Cataluña. La izquierda hemos perdido. Y el pueblo, en democracia, nunca se equivoca. Por eso confío en que no se equivoque en las próximas elecciones municipales y reconozca el enorme esfuerzo de sus alcaldes y alcaldesas para mejorar sus municipios, pese a la crisis, y para construir oportunidades para sus vecinos. Ciertamente, alguna cosa hemos hecho mal el PSC en la Generalitat. Así lo ha reconocido Montilla y así, un hombre de hechos, de pocas palabras pero de palabra, como dijo de él Carme Chacón, ha dimitido de sus responsabilidades políticas para propiciar una reflexión abierta que sin duda es necesaria. Pero a su tiempo. El PSC es un gran partido y me parece un reduccionismo absurdo hablar de él como un partido con dos almas. No es verdad. El PSC es un partido socialista y aquí radica su verdadera naturaleza y razón de ser: la de trabajar gobernando, para la justicia social y el progreso de todas las personas sin exclusiones. Y no hay dos almas en el PSC. Hay muchas más. Tantas almas como militantes, hombres y mujeres, que creen en la igualdad de oportunidades, en una Cataluña próspera, y en una sociedad de bienestar que se ocupe de nuestros mayores, de la educación de nuestros hijos y de nuestra salud como pocas sociedades en el mundo lo hacen.

Los socialistas, con aciertos y errores, hemos liderado la España y la Cataluña que conocemos. Hay problemas, si. La crisis del sistema bancario, y la crisis de los especuladores internacionales nos afectan en forma de desempleo y de dificultar nuevos proyectos de empresa. Pero hay que hacer frente a esta crisis. Unidos en Europa, no en aventuras que nos aíslen del resto del mundo, aunque sabemos que en Italia, Francia, Alemania y en el Reino Unido gobierna la derecha. Una derecha que no duda en recortar el estado de bienestar que tanto no has costado construir. Y lo hace con el fin de que estas instituciones llamadas mercados financieros no pierdan beneficios.
No vamos a ceder. Seguimos apostando por la confianza en la gente, en el trabajo, en que nuestras ciudades y pueblos dispongan de los recursos necesarios para hacer mejor la vida de sus conciudadanos y conciudadanas. Y ninguna de las miles de almas del PSC vamos a renunciar a seguir liderando la Cataluña real, la de las familias que construyen su proyecto de futuro a partir de la vida concreta y cotidiana, que en el fondo pasa en su ciudad o en su pueblo. Llevamos trabajando muchos años, sin muchos medios, esa es la verdad, para traer la mejor calidad de vida a nuestros vecinos, con quienes nos sentimos plenamente responsables.

En mayo habrá elecciones a los ayuntamientos. El pueblo, en democracia, nunca se equivoca. Conocen a sus alcaldes y alcaldesas, saben que se dejan muchas horas de trabajo, a veces a cuenta de su propia vida familiar, para que hacer realidad un nuevo mercado, una biblioteca, un campo deportivo, una piscina o una guardería. Se han pasado estos años colaborando con la Generalitat -la de los hechos- , para que hubiera más escuelas, más institutos, más seguridad, más ambulatorios y más hospitales. Seamos honestos. Valoremos cómo han mejorado nuestras ciudades pese a los problemas de la crisis de la que saldremos tarde o temprano. En Cataluña ya no hay ciudadanos de segunda. Este es el verdadero triunfo de nuestra democracia y del esfuerzo de toda una sociedad plural, diversa, que tiene ganas de crear un futuro mejor para sus hijos. Para todos.

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